EL BALCÓN DEL PUEBLO
Fiscalía Anticorrupción
EL MEDITERRÁNEO ya no es azul. Se ha vestido de blanco con el temporal de nieve. Parece que el traje del país se hace al revés: nieva en Alicante y luce un sol seco, de escarcha y carámbanos en León. Pero no son esos los altavoces que quiero utilizar hoy en mi balcón. Ni tampoco escribir sobre la entrevista de mañana entre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, cuando el llamado proceso de paz está en la encrucijada. Los nueve meses de desamor político no van a saldarse con un abrazo de osos. Y, además, asomando en la esquina el tiempo de las elecciones locales y autonómicas. No, yo quiero reflexionar sobre otro tema de máxima actualidad. Llevamos una temporada en que la Fiscalía Anticorrupción no da abasto a sacar trapos sucios en varios ayuntamientos. Está tendiendo al sol en los cordales públicos y ante los tribunales las miserias que, a veces, anidan entre el «caldo municipal y espeso», como lo definió Ruben Darío. ¿Que son frecuentes los casos de corrupción? En la vida pública se sabía desde muy antiguo. Lo que demuestra que las instituciones funcionan es que ahora se detectan y se detiene a los culpables: a los corruptos y a los corruptores, a los comisionadores y comisionistas. Durante las últimas semanas se han detectado casos de corrupción en ediles de todos los colores: pertenecientes al PSOE, a Coalición Canaria o al PP. Yo creo que una investigación a fondo de la Fiscalía Anticorrupción encontraría sombras en todos los partidos políticos. Conociendo al personal y la condición humana, lo sospechoso sería que no se admitieran los casos de corrupción y que todo siguiera siendo como Marbella en época de Gil y Gil. Vamos, algo así como la sentencia del cachondo: conozco la profesión de la dama y, por ende, la contrato para toda la noche. En Marbella se cometían delitos y arbitrariedades a la luz del día. Y lo más grave: con el apoyo mayoritario de la población. Por todo ello extraña muchísimo la reacción de dirigentes populares como Eduardo Zaplana, Jaume Matas o Soria, presidente azul de los canarios, recurriendo a la vieja táctica de descalificar a los fiscales y presentar como víctimas a los delincuentes. No es nuevo. Parece la reedición del caso Naseiro. Entonces un juez descubrió la financiación ilegal del PP en tiempos de Aznar y fue linchado por los medios de propaganda afines. El caso Naseiro lo invirtieron hasta barnizarlo como el caso Manglano. Tiro de hemeroteca y compruebo que ya en aquel asunto aparecía implicado Zaplana. Zurciendo, hilo a hilo, los tapabocas, no me extrañaría que los tres dirigentes populares citados teman que los asuntos de corrupción destapados les alcancen personalmente a ellos. Eso, y no otra destemplanza política, sería la explicación a sus manifestaciones absolutamente improcedentes. En cualquier caso, los ciudadanos debemos felicitarnos. Por tres razones: porque la Fiscalía Anticorrupción exista, porque funcione y cumpla con su obligación de perseguir a los corruptos, y porque haya visto multiplicados sus medios humanos y materiales en esta legislatura. En la anterior se la mantuvo en la más absoluta precariedad. Incluso se propuso su desaparición.