Diario de León
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FERNANDO ÓNEGA
León

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NI CANNAVARO, ni Zidane, ni Ronaldinho. El mejor futbolista del mundo es cántabro de nación y se llama Alfredo Pérez Rubalcaba. Es el jugador más completo. No entiendo mucho de terminología futbolera, pero me arriesgo a su definición. Como guardameta, lo para todo: los penalties de Acebes y Zaplana, los córners de los nacionalistas o los tiros libres de la prensa. Como defensa, él solo es una barrera. Y como delantero, demostró su olfato de gol y su extraordinaria capacidad aquel día que marcó uno de los tantos más recordados con su lanzamiento del «merecemos un gobierno que no nos mienta». Dicho en otras palabras: es hábil, astuto, estratega, audaz e inteligente. Todos los días, cuando es entrevistado en algún medio, ofrece un recital. A este cronista no le sorprende. Su capacidad de maniobra en el terreno de juego me pareció siempre tan espectacular y brillante, que ha sido el único político español al que he felicitado desde la televisión. Fue hace algo más de diez años, cuando don Alfredo ofreció su última rueda de prensa como portavoz del gobierno de Felipe González. Había tenido el mérito de juzgar como voz del gabinete las terribles tormentas de los fondos reservados, Roldán, Filesa, el GAL y todos aquellos vía crucis del gobierno. Y lo hizo con tanta inteligencia y zorrería, que los socialistas le deben eterna gratitud. Pero creo que el señor Pérez Rubalcaba se superó ayer a sí mismo. Dos periódicos vascos habían publicado que representantes del gobierno y ETA han mantenido la primera reunión. Don Alfredo compareció, se supone que a interpretar la noticia. Los periodistas le preguntaron una y otra vez si la podía confirmar o desmentir. Y don Alfredo hizo la bicicleta al estilo brasileño, dribló las preguntas, regateó a su estilo, y hubiera podido decir, al estilo de Fernández-Miranda en histórica ocasión: «Estoy en condiciones de ofrecer a Su Excelencia lo que Su Excelencia necesita». Y lo que Su Excelencia Rodríguez Zapatero necesitaba ayer era que una información periodística no destripase la información que tenía reservada para Mariano Rajoy. Y así, Rubalcaba sacralizó las palabras prudencia y discreción. Salió del campo sin confirmar ni desmentir. Se parapetó en el truco del «nada relevante». Y lo más asombroso: salió con vida y ocupó los primeros titulares de las radios, las televisiones y los medios digitales. Y todo ello, como el rayo de sol que atraviesa el cristal: sin romperlo ni mancharlo. Hay que ser muy hábil para eso. No es extraño que Zapatero dijera después: «ha hablado muy bien el ministro del Interior». ¿Cómo que ha hablado muy bien, señor presidente? Ha hablado como un genio. Si la política es un toreo, no se puede torear mejor.

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