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León

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CON BUEN CRITERIO,  nuestro periódico llevó ayer a su primera página la noticia de que este año han fallecido  en León "completamente solos" en su domicilio120 ancianos . Deberían regresar como fantasmas para atormentarnos.  Morir solo  puede ser algo casual, pero ya no lo es que nadie eché de menos al  fallecido hasta que el olor atraviesa las paredes. Los héroes de la antigüedad no aspiraban a la supervivencia a cualquier precio, sino al bello morir.  Nuestros mayores no piden ya tanto y se conforman con salir de puntillas por la puerta trasera de la vida. 120 náufragos, integrantes de una legión perdida. 120 islas en el asfalto.  120 motivos para que nos sintamos avergonzados.   Suele argumentarse que la solución a los males de nuestra sociedad no está en la caridad sino en la justicia. Maticemos. Una sociedad estructurada únicamente en la eficacia de lo público no está a salvo de convertirse en una siniestra máquina perfecta, es decir, es una burocracia sin alma, en la  que el débil sea un estorbo. En fin, creo, y estas fechas son muy apropiadas para proclamarlo, que una civilización necesita mucho más que políticas sociales,  leyes y normas humanitarias para mantener sus grandes antorchas encendidas.  No todo lo que nos  es necesario puede sernos concedido a través de una legislación. ¿O es que hay algún decreto que vele por los perdedores, por  los corazones rotos, por los náufragos sin Itaca a la que anhelar, por las amistades vendidas o el amor destruido? Algo falta, algo falla. 120 ancianos que un día fueron niños. 120 adioses silenciosos. 120 ausencias que nadie echará en falta.  Dice un proverbio italiano: Una vez terminado el juego,  el rey y el peón vuelven a la misma caja.  120 jaques al corazón. Dios bendiga a los solitarios.