Diario de León

LA TORRE VIGÍA

Mientras hay vida

Publicado por
XOSÉ LUIS BARREIRO
León

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NO SABEMOS en qué país se celebró, ni quien era ese «alguien» que estaba encargado de recibir información en nombre del Gobierno de España. Pero sabemos que el diálogo está en su fase de balbuceos, que ninguna de las partes manifestó su intención de romper la baraja, y que todavía hay esperanza de paz para Euskadi y España entera. Y eso, con perdón de Alfredo Pérez Rubalcaba, es una noticia muy relevante. El intento de quitarle importancia al evento es comprensible por dos motivos que conviene sopesar, cuyo análisis debería servirle al Gobierno para matizar algunos aspectos poco edificantes de su modelo negociador. Porque no es bueno que la información le haya llegado a los ciudadanos, al PP y al conjunto de los partidos parlamentarios a través de un periódico, en vez de ser difundida en una forma institucional perceptible por su orden y contenidos. Y porque no tiene razón Rubalcaba al confundir la indiscutible discreción de la agenda y de las estrategias de aproximación con el intento estéril -y a la postre imposible- de mantener en Babia a toda la nación española. Si no informa el Gobierno lo hará ETA. Y si no lo hace ninguno de los dos, tendremos que especular. Porque todos tenemos interés en el problema, todos vivimos en la misma patria, y todos somos suficientemente mayorcitos como para distinguir la información discreta de la oscuridad total. Al socaire de estos acontecimientos, que apuntan hacia una prolongación de la tregua y hacia una paulatina normalización de la vida política en Euskadi, conviene recordar que la vía del diálogo elegida por Zapatero no es la única posible ni la única defendible. Mi opinión, bien conocida, es que el diálogo es útil y de gran valor moral, que puede ahorrar mucho dolor, y que debe intentarse con decisión y con todos los recursos legales del Estado. Pero precisamente por eso, porque reclamo el derecho a opinar así, también me parece necesario respetar la posición -contraria al diálogo- del Partido Popular. Y ese respeto no puede quedarse en una simple declaración retórica del pluralismo formal, sino que debe expresarse en una sincera aceptación de que la posición del Estado se fija mediante la dialéctica de contradicción parlamentaria y mediática, para que el día que todo esto termine no haya un único capitalizador del posible éxito, ni un único responsable del posible fracaso. El mérito de José Luis Rodríguez Zapatero, bien visible en medio de sus titubeos, es el haber desbloqueado el problema y haber asumido el riesgo de esta vía de diálogo que puede funcionar. Por eso se hizo acreedor, desde la esperanza, de un gran apoyo político, que, al menos en mi caso, no le va a eximir de las críticas constructivas.

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