Diario de León
Publicado por
GONZALO OCAMPO
León

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EN EL TRÁFICO durante el tiempo de Navidad, marchan juntas alegrías y sinsabores. La historia de años anteriores muestra un notorio crecimiento de los índices de accidentalidad, seguramente por la conjunción de unas cuantas circunstancias en relación con el uso torpe del automóvil o con el tránsito desatento del peatón. Junto a las potenciales incidencias de la climatología adversa, está la multiplicidad de cortos desplazamientos, están las continuas idas y venidas a las áreas comerciales de los centros urbanos y de su entorno, están los viajes reiterados de jóvenes a unos y otros centros de diversión y está también la influencia de la bebida alcohólica, larvada o manifiesta, que presta euforia y falsas sensaciones de seguridad porque los mecanismos de la atención se devalúan y los mandatos de la intelección a la motricidad se lentifican. En este ambiente singular, el espectro del accidente aguarda su turno en cualquier hito de cualquier camino. Es un marco singular para que el tráfico enseñe su cara amarga, la paradoja del automóvil y de su doble faz: la faz que ofrece junto a la faz que amenaza, a la espera de negligencias. Siempre quiere uno que los malos presagios para el tráfico se diluyesen en el aire, siquiera como pago del precio por el ejercicio de la prudencia bien entendida. Y es que en calles y carreteras nada tiene que ver ese ejercicio con apocamientos, inhibiciones, con falsas astucias. No es fácil virtud la prudencia en los avatares cotidianos del tráfico, pero es arma de la mejor condición ante la inseguridad vial siempre latente. Y, para terminar, precisamente por la práctica de la prudencia, acéptese el deseo de una Navidad sin accidentes de tráfico, para todos lo usuarios de los infinitos caminos nuestros. 1397124194

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