BURRO AMENAZADO
Borona y fabes
AHORA que el regadío leonés es un inmenso maizal, muy gastador y contaminador del agua, conviene conocer el origen de este cultivo. He tenido la suerte de que el profesor José Cortizo me preste un incunable -Sociedad y organización tradicional del espacio en Asturias- , obre de Jesús García Fernández, catedrático de geografía de Valladolid desaparecido hace poco. El maíz llega a los valles cantábricos en el siglo XVII y se difunde rapidísimamente por sus ventajas para los propietarios de la tierra y los campesinos. La borona pasa a ser la base de la dieta en las aldeas, mientras el pan de fisga (escanda) y mucho después de trigo, lo fue de los habitantes de villas y capitales. Con el colono alimentado por boroña, dejaba libre mayor cantidad de escanda y centeno, cereales de mayor estima comercial, para el señor. La siembra de maíz en primavera, sobre tierras en las que en la temporada anterior se habían cultivado cereales de invierno, se hacía mediante un copioso abonado de estiércol. Las plantas, espaciadas, permitieron intercalar entre ellas otros cultivos: el principal, el de la alubia, que sustituye al haba, e incluso de ella tomó su nombre (fabes). Trepando la alubia por las cañas de maíz, dejó que el suelo llevase dos cosechas a la vez, e incluso tres, al interpolar entre fabes y maíces a calabazas, nabos, arbejas o panizo. El ilustre Don Jesús comenta que este nuevo cultivo intensivo se consiguió con trabajo feroz, pues la obtención de grandes cantidades de cucho y las labores minuciosas, duras, hicieron al campesino esclavo de la tierra. No consiguió comer mejor, con parca dieta de fabes y boroña, acuciado por el hambre, pero se fijó más gente en el campo, en un minifundio cada vez mayor, sin escapar del agobio de pagar las rentas. El narvaso (caña de maíz), la paja de la escanda y los residuos de alubia ( la fabarada) tras obtener la legumbre seca, mezclados con heno y matas jóvenes de árgoma, cebaron a las vacas durante el frío.