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Publicado por
ANXO GUERREIRO
León

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COMO LA EXPERIENCIA histórica demuestra, todas las iniciativas destinadas a poner fin a un largo período de violencia terrorista se enfrentan en algún momento a situaciones difíciles que es preciso sortear con inteligencia política, para evitar que el proceso hacia la paz se interrumpa de forma abrupta. Por eso la reunión informal mantenida entre emisarios del Gobierno y representantes de ETA, en la que ésta se comprometió a mantener la tregua, es un hecho positivo que ayuda a mantener la esperanza y a frenar el escepticismo. Ahora bien, no se puede seguir así indefinidamente. Al Gobierno le corresponde cerciorarse de que ETA está dispuesta a poner en marcha un verdadero proceso de paz y no un proceso para conseguir sus objetivos de otras maneras. Porque si no es legítimo el uso de la violencia para conseguir objetivos políticos tampoco lo es pretender alcanzarlos a través de su cese. Primero la paz y después la política. Así resumió Zapatero su concepción del proceso. Y en esta ocasión es evidente que el orden de factores altera gravemente el producto. Por eso el Gobierno debe saber a ciencia cierta si ETA ha asumido algo tan elemental como que el final de la violencia es también el final de la coacción que representa la amenaza de volver a las andadas si lo acordado entre los legítimos representantes populares no coincide con las pretensiones de la banda terrorista; por eso es imprescindible que las eventuales reformas del autogobierno vasco no sean condicionadas, ni puedan ser siquiera consideradas como consecuencia de las amenazas de ETA. Sería democráticamente inaceptable que algo tan normal como la reforma del Estatuto del País Vasco pudiera atribuirse a la presión de una amenaza violenta. No sé si el Gobierno hizo todo lo posible para lograr el concurso activo del principal partido de la oposición en su proyecto de paz, o si, por el contrario, sucumbió a la tentación de dirigirlo en exclusiva para capitalizar el posible éxito. Pero sí estoy seguro de que el PP ha hecho todo lo que estaba en su mano para evitar que durante el mandato de Zapatero se pueda rematar con la lacra terrorista que padecemos desde hace cuatro décadas. Y si es perverso servirse de la paz para ganar un puñado de votos, todavía es peor beneficiarse de lo contrario, de que la paz se haya truncado. Desde luego, Zapatero puede perder su prestigio y credibilidad en el intento. Pero Rajoy no sólo puede quedar al margen del mayor logro de la democracia española, sino que está a punto de arrojar por la borda el capital político acumulado por su partido en la última etapa de la lucha antiterrorista, precisamente la que ha llevado a ETA contra las cuerdas y hace verosímil ahora el final dialogado de la violencia en España. La hora de la verdad está próxima. 1397124194

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