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Publicado por
YASHMINA SHAWKI
León

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LAS GRANDES revueltas del siglo XX que provocaron, primero, el derrocamiento de la dinastía Qajar y, después de la Pahlevi en lo que, fue Persia hasta 1935 y ahora es Irán, siempre han tenido un trasfondo de crisis económica, desigualdad social e injusticia. Por ello, si el Ayatollah Jomeini logró hacerse con el poder en 1979 se debió, por una parte, al fracaso de las reformas implantadas para modernizar el país que desarrollaron a la clase obrera sin que, al mismo, tiempo se produjera un justo reparto de la riqueza y, por otra, a la fuerte represión de la SAVAK, la policía secreta, a cualquier fuerza opositora al Shah pero, no a un renovado ímpetu de la fe religiosa. Así, la revolución iraní iniciada en 1977 por facciones muy variadas pero con el interés común de derrocar el Shah sólo se consolidaría como «islámica» tras elregreso de Jomeini a Irán en 1979. Desde entonces, la estricta interpretación y aplicación de los fundamentos religiosos ha anegado todos los ámbitos de la vida de los iraníes en un conservadurismo que les ha marginado del resto del mundo. La victoria electoral, el 24 de junio de 2005, del hasta entonces, prácticamente desconocido alcalde de Teherán, Mahmud Ahmadineyad, supuso un retroceso en el tímido proceso aperturista que había vivido la República Islámica gracias al anterior presidente Jatami. Populista y conservador en extremo, ganó el apoyo de las clases más desfavorecidas prometiendo mejoras económicas y sociales que, año y medio después no se han materializado. Por el contrario, Ahmadineyad ha centrado sus esfuerzos en la lucha dialéctica con su «enemigo sionista» y en la amenaza de desarrollo de la energía nuclear. El incumplimiento de sus promesas electorales ya se ha cobrado su primer peaje al haber sido vencidos esta semana sus candidatos al Consejo de Expertos y a los consejos locales. La represión iniciada en las universidades, con cartas amenazando a los estudiantes más reivindicativos políticamente y los retiros forzosos de profesores liberales también está provocando una revuelta de protesta entre los jóvenes. Le guste o no a Ahmadineyad, algo se mueve en su contra en Irán.