Diario de León
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León

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Te levantaste temprano, como todas las mañanas, enseguida sentiste la garra de la muerte. Corriste en pijama y en bata, tenías el coche a la puerta de casa. Querías ir a la farmacia, sólo pudiste llegar la plaza de las Cortes. Allí te dio el zarpazo y quedaste inclinado sobre el asiento del copiloto. Al poco tiempo llegué yo, y te vi con los pies descalzos, se te habían caído las babuchas. El consabido revuelo de policías, ambulancias... «hay un hombre muerto en un coche». No todos los días ocurre. Era la mañana del 20, vísperas de las fiestas de Navidad. El día anterior, antes de comer, como todos los días, tomamos un vino. Al día siguiente, me tocaba a mí, casi nunca me dejabas pagar, eras demasiado generoso con todos. El día 21 jueves, ibas a buscar a tus hijas que viven en Bélgica, venían con tu nietín Víctor, de 3 años. Ya tenías todo preparado. Ese jueves por la tarde, descansabas en el panteón con nuestros padres. Tu nieto llegó un día después, preguntaba por su abuelito, su madre le ha dicho que está en el cielo, que es una estrella, el niño quiere ir allí a verte. Cada vez que paso por la esquina de la plaza de Las Cortes, te veo allí reclinado en el asiento del coche, paso muchas veces por allí porque vivo cerca. Te echaremos de menos tus perros mastines, esa tarde del 20 no salieron a la verja porque no oyeron el motor de tu coche. Desde aquí quiero agradecer a todos los que nos han acompañado en el dolor repentino de tu partida. De modo especial a tu amigo íntimo e inseparable, el doctor Palacín. A todos tus compañeros de Correos, eras más compañero que jefe. A los compañeros de tu esposa de la Universidad, a mis compañeros de docencia. A los policías de la Comisaría de León que esa mañana estaban de servicio, que me trataron con mucho afecto y delicadeza. A mis hermanos dominicos de La Virgen del Camino que te despidieron en San Marcelo. ¡Carlos, espéranos en el cielo!». Tu hermano. Óscar González Álvarez (León). Entre los casos de corrupción urbanística que han salido a la luz y que se encuentran en plena instrucción judicial destaca el caso de la ciudad de Marbella: durante años hemos sido testigos de su transformación, del impacto mediático de sus alcaldes, del glamour y la llegada de la jet set. Pero también hemos sido testigos de un secreto a voces, del rápido enriquecimiento de quienes ocuparon el consistorio y de sus políticas de urbanismo salvaje. Hoy, cuando muchos de los implicados en el denominado «saqueo de Marbella» han sido detenidos, encarcelados o imputados a la espera de juicio, somos testigos de la remuneración televisiva de aquellos que se lucraron conociendo, cooperando o cometiendo un delito que ha perjudicado a muchos que permanecen en el anonimato y no comercian con la injusticia. Cientos de familias están hipotecadas hasta las cejas, pagando cifras desorbitadas por una vivienda construida sobre un terreno recalificado, y otras ni siquiera pueden disfrutar de sus casas porque se encuentran precintadas gracias a esos políticos que han transformado el voto en un cheque en blanco. Al pago, cobro y disfrute de comisiones le sigue el pago y cobro de exclusivas televisivas; a la desvergüenza, por parte del que cobra pero también del que paga, le sigue la indignación y la impotencia del ciudadano ante tantas bolsas de basura repletas de dinero y tanto dinero que mueve la telebasura. Alberto Ríos Mosteiro (Madrid). Carlos Deo (León; edición digital).

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