Efectos de la magia

ACABÓ un año especialmente malo para nuestra capital. Las piedras de las principales insignias de nuestro patrimonio se caen y la ciudad parece estancada, en una rutina política que apenas despierta ilusión. Sólo las extemporáneas declaraciones de los políticos nos sacan del letargo, produciendo enfados. Primero uno habla de expulsar a la Cultural del Amilivia si no gana. Y yo me pregunto qué habría que hacer con los que decidieron vender la piel del oso antes de cazarlo, o lo que es lo mismo: construir un campo de fútbol de superior categoría, cuando se sigue en la de siempre. Y para este viaje no se necesitaba, porque los deseos no hacen la realidad. Después el alcalde habla -¿casualidad que fuera el 28 de diciembre?- de aparcamientos en el centro y sigue empeñado en hacernos comprender la necesidad del de la Inmaculada (tal vez por eso no podan los árboles, ni arreglan las aceras o los baches de la calzada). También para el centro son los proyectos de las antiguas cocheras de Martiniano y San Agustín-Ordoño. Dejemos el tema a la iniciativa privada. La Navidad de las calles (luces en abundancia que casi no alumbran, árboles con bombos de lotería -a ver si toca-, belenes de siempre y el viviente, ramos...) nos trajo al final del año la magia, algo que nos vuelve niños ante lo inexplicable del fenómeno que se muestra. Esos magos precedieron a los del viernes y sábado próximos. Fueron sus heraldos. A los magos de la estrella que guía -que vuelven en tren, olvidada la megalomanía del helicóptero-, pido toneladas de sensatez para que nuestros munícipes actúen pensando en el bien de León y administren el común sin concesiones a la galería. Será portentoso conseguirlo, auténtico efecto de la magia.