Urnas locales con sabor a primarias

CADA VEZ que se aproximan elecciones municipales, los políticos tienen una tendencia irrefrenable: considerarlas como primarias de las generales que se celebrarán diez meses después. A veces, ciertamente, tienen ese valor. El PP comenzó su acercamiento al poder en 1.995, cuando conquistó las autonomías y gran parte de las ciudades que hoy gobierna. Al año siguiente, José María Aznar llegó a La Moncloa. Lo que demostraron las municipales y autonómicas del 95 es que el voto urbano se había hecho conservador y eso condicionó las elecciones posteriores. ¿Se puede dar este año la misma circunstancia? Sí, pero no será tan espectacular. El poder municipal ya está muy asentado y se ha demostrado que, aunque la derecha gane el llamado voto urbano, la izquierda triunfa en el gobierno de la nación si existe una amplia movilización social. Es lo que ha ocurrido en 2.004. De todas formas, el mensaje será simplificado de esta forma: si gana el PSOE, es que no está desgastado. Si pierde, es que ha comenzado su caída. Esta será la lectura inevitable, aunque no haya una relación de causa-efecto. Pero todo eso es pura teoría. Lo trascendente es: primero, que toca renovación de los gobiernos más próximos al ciudadano. Es bastante como para no buscarle repercusiones de otro nivel. ¿Qué importa que le afecte a Zapatero o Rajoy, si se trata de elegir corporaciones que tienen que decidir sobre la vida diaria de la gente? Zapatero pagará su precio en Madrid, donde ha actuado de modo personalista y a espaldas de su partido. En el resto de España se votará tanto a la persona como a las siglas. Se votará más la eficacia que la ideología. Y sospecho que, tal como está el patio de la corrupción, se votará también a quien ofrezca más garantías de limpieza. Segundo, que hay una prueba para el gobierno, y es la presencia de Batasuna, a pecho descubierto o camuflada en otras siglas. Esa cuestión va a oscurecer el resto del debate, porque se encargarán de ello los demás partidos y los medios informativos. Mi tesis es que Batasuna participará, como vienen diciendo. En el peor de los casos, presentarán las listas de las «nekanes», las Comunistas de las Tierras Vascas. Si ya están en el Parlamento, ¿qué argumentos jurídicos se pueden aducir para evitarlas en los ayuntamientos? Y tercero, el ambiente general. En tiempo de elecciones, no caben pactos entre partidos. La agresión sustituye a la concordia. Podemos asistir, por tanto, a los momentos culminantes de la crispación. Pero es un periodo que hay que pasar. Lo único que podemos pedir los espectadores es que, si se pelean, que dejen a salvo los grandes principios. Porque, en los últimos tiempos, no han salvado ni la Constitución.