EL BALCÓN DEL PUEBLO
Obscena batalla política
LAS PRIMERAS declaraciones de Mariano Rajoy y de Esperanza Aguirre, tras el atentado brutal de ETA contra el aparcamiento de la T-4 del aeropuerto de Barajas, fueron calificadas desde este balcón como prudentes y comedidas. Iban a sellar el certificado de ruptura del alto el fuego indefinido que había decretado la banda terrorista y del proceso negociador para sedimentar la paz. Pero, no. El diagnóstico tenía más de deseo que de realidad. Además de eso, han sido el inicio de una obscena batalla política. Una batalla que está en plenitud. El Partido Popular ha lanzado por delante, como un ariete de furia, a la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) para convocar manifestaciones, no contra ETA, sino contra el Gobierno. Alrededor de estas convocatorias se manifiesta toda la extrema derecha española con banderas anticonstitucionales, saludos a la romana e insultos a los demócratas que se acercan por allí, incluido el corregidor de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Son los fanatizados e intoxicados por las radios de los talibanes y por los periódicos que no paran de inventar conspiraciones. Fanatizados e intoxicados que llaman «asesino» al presidente del Gobierno, como si él fuera el padre padrone de Eta. Tal parece que la furgoneta con cientos de kilos de amonal no la colocó ETA, sino Rodríguez Zapatero. La obscenidad no tiene parangón. Es una batalla asquerosa. (A propósito: mientras escribo llega la noticia de que ya han encontrado al cadaver de uno de los dos ecuatorianos a los que la ira sorprendió mientras dormían en su coche). Como se ha podido comprobar estos días, a esas manifestaciones asiste cada vez menos gente. La razón es muy sencilla: corren el serio peligro de ser insultados o confundidos con la extrema derecha. Cualquier espectador del programa 59 segundos, escuchando a Zaplana, pudo diagnosticar la obscenidad política, pese a tratarse de un tema de Estado. Pero lo cierto es que estos vándalos consiguen ser noticia y dominar la agenda política. Por otro lado, en el Gobierno se resiste el temporal, el más alevoso de la legislatura, gracias a la solidez del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y a pesar de las insuficiencias claramente manifestadas por el «número dos» socialista, José Blanco. Nadie se explica que Pepiño se haya erigido en portavoz del Gobierno. Entorno los cuarterones que pemiten ver y reflexionar sobre los temas nacionales para abrir los más próximos, los locales. Ayer he leído en este periódico -que no es el mío, sino en el que trabajo y me pagan- que el sindicato campesino Asaja denuncia el reparto de fondos para las zonas desfavorecidas. Afirma con rotundidad que León sale muy desfavorecido respecto a Castilla. Un reparto descaradamente discriminatorio. Hay que aclarar el tema. Y hacerlo en profundidad, porque después de la campaña lanzada por el consejero José Valín contra el reparto de fondos hecho por el Gobierno central, sólo faltaba que el propio consejero jugara con dos barajas. O sea, que tras una posible discriminación se escondiera otra mayor. Vamos, que en lugar de una tomadura de pelo tuviéramos dos.