Euskadi, Cataluña, Galicia...

VIAJANDO se aprende y se curan determinadas tendencias. Para un castellano o un leonés que recorra la historia y el patrimonio de su Comunidad, tiene que resultar casi imposible aceptar las diferencias establecidas por el nacionalismo dentro del «Estado Plurinacional». Situar a las comunidades históricas con más derechos al autogobierno y al desarrollo que a las consideradas por Otegui como miembros de la España cañí, resulta una tendencia propia de la incultura de quienes han sustituido la historia por el mito, y un sarcasmo si forma parte del pensamiento político progresista que se supone tiene sus raíces en los principios revolucionarios de igualdad, libertad y lolidaridad. Así pensaba esta Navidad cuando viajo a Barcelona entre las alternativas de dos autovías paralelas. La A-2 de peaje y la N-2 gratis. Inmediatamente, me indigno al recordar cómo viajo por la cornisa Cantábrica camino de mi Mariña, entre curvas y barrancos por una carretera nacional pero de las de antes a la espera que llegue la autovía que se asoma por el Alto del Praviano. Cataluña está espléndida, quizá preocupada por la pérdida del seny, gracias al desafortunado trámite del Estatut. Barcelona es la tercera ciudad de Europa en carestía de la vida, pero hay de todo y se percibe la presencia del siglo XXI. Luego Vitoria. En su Parlamento, del que formé parte cinco legislaturas, se aprueban los presupuestos. Es noticia el acuerdo entre nacionalistas y socialistas que indican el camino hacia la normalidad. No es noticia la ingente cantidad de recursos disponibles y los programas sociales o de inversión que me hacen enrojecer de envidia desde mi condición de gallego. La dictadura desviaba fondos del ahorro campesino de la España pobre a la industria y el desarrollo de las hoy comunidades con derechos históricos. No sé si es necesario que el nuevo Estatuto defina a Galicia como Nación. Lo que es indispensable es que nunca más haya que hacer la maleta para irse a matar el hambre a otros lugares. Y pongan orden con los nuevos Estatutos en las seculares diferencias y desequilibrios de las tierras y gentes de la Península.