PANORAMA
La tercera víctima
YA NADIE cree a estas horas en el proceso de paz. Lógico. Me atrevo a decir que si no hubiesen muerto dos personas en el atentado de Barajas, muchos de los que han disparado sin piedad a ZP por el proceso estarían descorchando el cava. Los etarras se han puesto solitos la soga al cuello. Nunca lo han tenido más fácil para ganar, nunca lo volverán a tener. Los que pensamos que la paz no tiene precio, incluso habiendo sufrido dentro de nuestra propia familia las consecuencias del terrorismo, creímos que podría haber una oportunidad. Una ventana a la libertad. Una opción para que contra todo pronóstico la palabra triunfase sobre la violencia. Incluso rozando (por dentro) las costuras del Estado de Derecho. Yo me equivoqué, claro. Pequé de ingenuo, y me alegro. Había que darle opción a la esperanza. Dice un proverbio judío que quien salva una vida salva al mundo entero. Por salvar a esas dos personas que murieron el viernes hubiese merecido la pena cualquier sacrificio. Al menos hay que comprender que se llegase hasta aquí. Igual que hay que comprender a la AVT cuando salía a la calle, y hay que comprender al líder de la oposición cuando no prestó su ayuda al Gobierno. No es momento tampoco ahora de juzgar quién hizo qué durante éstos meses, ni apuntar con dedos acusadores, porque todos los actores de éste drama tienen mucho que callar. La división sólo favorecería a los que prefieren la bomba a la tirita. Y no podemos olvidarnos de que aquí los únicos que han perdido son los etarras, porque han soltado el clavo ardiendo. La semana pasada (hace un mundo de eso) hablábamos en ésta columna de consenso. Por desgracia lo hemos encontrado los españoles delante del cadáver de la tercera víctima del atentado de Barajas: el proceso de paz.