EN DERREDOR
La determinación del presidente
CON CASI tres años que lleva en la cúpula, se va dando a conocer, y apostaría que casi todos estamos de acuerdo en que a Zapatero la determinación se le supone, como a los militares el valor. Echado para adelante sí ha demostrado serlo, con lo negativo y positivo que tal actitud tiene en un político que, además, conduce los destinos de un país. Esa solemne manifestación en la zona cero de Barajas, dicha en la impertinente compañía de su candidato a la alcaldía de Madrid, que no parecía tener justificación alguna para su presencia en tal escenario, resulta, cuando menos, precipitada. Si algo le ha sobrado hasta ahora ha sido determinación. Habría resultado más útil para su causa, que parece era la de muchos millones de españoles, tener al menos una estrategia e información suficiente. Difícil será que Zapatero borre con manifestaciones de valor personal el gran fiasco de que solamente transcurrieran unas horas entre su anuncio de un 2007 lleno de buenas perspectivas para la paz, y el bombazo de unos cuantos cientos de kilos en el corazón de Madrid. Que, se supone, es un lugar donde se debe ejercer más vigilancia que el agobiante control a que se somete el pasaje de los aviones. Para colmo, los aberzales que el PP presenta siempre como un elemento indisolublemente unido a ETA, en tanto los socialistas procuran establecer cierta diferencia entre unos y otros, no dan el proceso por cerrado, porque tienen que esperar la explicación que dé la banda sobre el atentado. ¿Hasta ese punto llega la dependencia? Aciertan quienes dan por hecho que los únicos culpables de la situación son los etarras. Ni el alegre presidente ni los kafkianos populares tienen la culpa del fracaso. Pero una vez consagrado ese principio, hay que pedir también que para futuros procesos, en la Moncloa pierdan la ingenuidad y no promuevan a un presidente exultante cuando camina entre tinieblas que pueden favorecer que la bofetada nos la den a todos.