EN EL FILO
En tregua accidental
CUANDO ETA explica literariamente sus crímenes, su prosa pierde claridad. El atentado sangriento de hace diez días en el aeropuerto de Barajas era de una elocuencia meridiana, lo que permitiría pensar que, en el caso de ETA, dos asesinatos y una destrucción desoladora valen más que un comunicado exculpatorio. Y amenazante. La explosión destructora y cruenta en una terminal del aeropuerto de Madrid no necesitaba la menor glosa de la banda. La sociedad española entendió perfectamente lo que ETA había querido decir y lleva diciendo desde hace treinta y nueve años. Dicho de otra manera: ningún ciudadano ignora lo que el atentado de Barajas ha destruido, pero nadie sabe lo que el comunicado etarra de ayer pretende construir, al margen de una situación en la que la banda se arroga el derecho a responder con determinación -a qué llamará ETA determinación- si el PSOE y el Gobierno mantienen los ataques a Euskal Herría. Llegó ayer el comunicado etarra al diario Gara y, antes de haberlo leído, el ministro Pérez Rubalcaba acusó recibo en nombre del Gobierno afirmando con tajante laconismo que «ETA sólo tiene un camino, poner fin a la violencia». Para ETA, sin embargo, su alto el fuego permanente del pasado 24 de marzo sigue vigente, vigencia compatible al parecer con la reivindicación del atentado de Barajas, en el que la banda no habría deseado producir víctimas mortales, y ahí está la prueba, los tres avisos telefónicos informando sobre la localización del coche-bomba. Responsables, pues, del atentado y de «la actual grave situación creada» son el PSOE, el ejecutivo de Zapatero y hasta el PNV, que ha estado alimentando la línea del Gobierno español contra Euskal Herria. ETA ha reventado cualquier perspectiva de paz en el futuro al estampar en su comunicado que el fin de la violencia debiera verse precedido por «un acuerdo político que reúna los derechos y mínimos democráticos que se le deben a Euskal Herria». Mientras los traductores vertían al castellano la prosa en vascuence del comunicado etarra, el ministro Rubalcaba informaba someramente, porque la operación policial seguía abierta, de las detenciones en Francia de dos presuntos miembros de ETA, uno «liberado» y otro 'legal', pero ambos en algún tipo de relación con el zulo y los explosivos descubiertos recientemente. La banda se habría reorganizado y aprovisionado durante su alto el fuego, pero la precipitada huida del comando que gestionaba el zulo al sentir cierta proximidad policial sugiere que la nueva hornada de pistoleros mostraría menos temple que sus antecesores. Entre el atentado de Barajas y el comunicado de ayer, lo más sensato es atender exclusivamente al atentado, y ello porque en el comunicado se establece un estado de guerra en el que las hostilidades etarras se desencadenarían siempre que Euskal Herria se sintiera atacada o «humillada», adjetivo que la banda emplea. Y nada aparece en el horizonte antiterrorista que insinúe algo tan descabellado como que a ETA no le van a dedicar jueces y policías sus mejores desvelos. Es decir, ETA va a seguir sintiéndose humillada por el Estado de derecho, con la Justicia pisándole los talones, por lo que va a responder con la determinación anunciada.