Diario de León
Publicado por
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
León

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ESPAÑA debe de ser el único país en el planeta en el que los delirios de una banda de asesinos se analizan públicamente con la misma minuciosidad con que se estudia un tratado filosófico. Así se ha hecho en el pasado con los llamados Zutabe que ETA eructa mes tras mes, y así se hará, con toda seguridad, con el comunicado que ayer se conoció. Es algo bien curioso ese interés en saber lo que escribe un grupo terrorista que, en realidad, se ha expresado desde su mismo nacimiento con una claridad que ningún texto escrito estaría nunca en condiciones de igualar: la contundencia de las extorsiones, asesinatos y secuestros y la claridad inapelable de las pistolas y las bombas. ETA habló el 30 de diciembre de un modo que no deja lugar a ningún género de dudas: puso una bomba potentísima en un aeropuerto en el que había miles de personas. Lo hizo mientras estaba vigente una tregua declarada por los propios terroristas y sin aviso previo de que la tregua había terminado o quedaba suspendida. Y logró el resultado que su atentado perseguía: atemorizar a un país entero, causar un auténtico desastre material y poner de relieve que atentará contra quien se le ponga por delante si no se le concede lo que pide. Ahora nos cuenta ETA que no quería causar muertes, y que por eso avisó en tres ocasiones de que la bomba había sido colocada. Por tanto -afirma- la culpa de lo sucedido (y lo sucedido es que han muerto dos personas) es entera y doblemente del Gobierno: en primer lugar, por no haber desalojado bien la zona, y, además, por no haber cumplido los compromisos contraídos con la banda terrorista. Dicen también los pistoleros que la tregua sigue en pie y que actuarán en el futuro en consecuencia con lo que decida el Gobierno a partir de este momento. Pura basura. Sólo basura. Basura que no merecería ni un solo comentario si no fuera por el hecho de que hoy mismo habrá gente respetable -no hablo ya de los canallas de Otegi y compañía- dispuesta a comprar esa sucia y despreciable mercancía: que ETA busca la paz y que hay que ayudarla en esa búsqueda. ETA busca lo de siempre: imponer por la fuerza del terror lo que el nacionalismo no violento ha sido incapaz de conseguir por medio de los votos: la independencia y la territorialidad de la llamada Euskal Herría. No hay novedad. O quizá una: que la nueva ETA considera que las treguas, y sus negociaciones, son compatibles con los asesinatos y las bombas. Hay que dejarle claro de un modo terminante que también en eso se equivoca. Y hay que hacerlo con el único lenguaje que parecen entender los terroristas: el de los policías y los jueces.

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