DESDE LA CORTE
Una aureola de necedad
SÁBADO de manifestaciones. Pero sábado de desaliento para multitud de ciudadanos. De desorientación y desconcierto. De no saber de qué lado ponerse. De ignorar de qué lado están la razón y la lógica. De verdad, con el corazón en la mano, ¿se pueden hacer peor las cosas? ¿Se puede dar una alegría mayor a los pistoleros? Ayer situábamos la crónica política en el diván del psiquiatra. Hoy tenemos que subir un peldaño más en la escala de la sinrazón. Ya nos han sacado de los esquemas mentales del patriotismo y hasta del sentido común. El debate político se ha situado en el ámbito de la picaresca. Batasuna tuvo la listeza de la zorra al sumarse a la manifestación de Bilbao. Demostró su malévola capacidad para desestabilizar a un gobierno que la convoca y para enfrentar al nacionalismo democrático a sus propias contradicciones. Obligó a un cambio de lema. Forzó a la Justicia a pronunciarse sobre cómo se deben manifestar los simpatizantes de una organización ilegal. Y al final, consigue quedar como una fuerza política lista y coherente, que no condena a ETA, pero vende a la sociedad la bondad de que no quiere aportar tensión. Es la sublimación del cinismo, pero asquerosamente astuta. Peor es lo de Madrid. La que pudo haber sido una manifestación unitaria tuvo ayer prólogos de rencor, con una Unión de Actores donde se oyó la propuesta de un «cordón sanitario» frente al Partido Popular. Y este partido, al final, dio el espectáculo. Sus más destacados líderes habían pedido escribir «libertad» en la pancarta. Muchos cronistas nos vimos empujados a preguntar a la UGT por qué no ponía esa palabra, qué tienen contra ella. Y la UGT acepta incorporarla. Y cuando se cumple la condición del PP, este partido tiene la salida del mal pagador: ahora desconvocas la manifestación, que no me interesa, que respalda a un gobierno que no sabe lo que quiere. Ni en los patios de colegio pasa eso. Oigan, políticos: lo único que quiere la gente es llorar a los muertos y protestar contra los asesinos. Eso es todo, y eso ha sido todo desde que hay terrorismo en España. ¿Y lo quieren convertir en una forma de castigar al gobierno? Es legítimo. Pero el PP debe conocer los dos riesgos que asume. El primero es genérico: divide a España, sin que sean convincentes sus razones. El segundo es su propio perjuicio: no sabe administrar el viento a favor. Transmite la imagen de un partido pillado en su propia trampa del lema por la libertad; que antepone el perjuicio del gobierno al interés general, y que es tan intransigente como dice su leyenda. Y además, con una aureola de necedad: tienen a Zapatero acorralado, y se hacen ellos los malos. ¿Quién le asesora, Rajoy? ¿Acaso el ministro Rubalcaba?