Diario de León

LA PENÍNSULA

Memoria y voluntad

Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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LA POESÍA y la vida o la gente no siempre tienen mucho que ver. Así, por ejemplo, aquellos versos del poeta novísimo que aseguran «Si perdiera la memoria/ ¡qué pureza!» , parecen bastante contradictorios con el articulado despliegue durante este año de un anhelo de memoria que, de tener la poesía razón, aseguraría una buena manda de impurezas. Cabe también la posibilidad o hipótesis de que la vida se atenga a una fórmula más bien impura, y que, en ese sentido, el realismo y su correlativa voluntad de conciencia se encuentren más a gusto y más lúcidos en el lecho de lo impuro que en el cultivo de una pureza más bien idealista. Nada de eso es homogéneo y coherente, y el entendimiento echa de menos una cierta dosis de juicio a la hora de sacar algo en limpio de tanto contraste entre lo puro y lo impuro y de sus paradójicas distancias con lo cierto y con lo incierto, en un espacio donde lo impuro puede ser mucho más cierto que lo puro, siempre y cuando haya un punto de razón capaz de discernir lo cierto y de poner a lo incierto en su lugar. Esa capacidad se llama historia, y tiene mucho menos que ver con la memoria que con lo que está en los escritos, aunque esa relación no asegure cosa alguna, pues los escritos pueden llegar a ser -quizá con su mejor ideal- unos auténticos bebederos de patos. Así, por ejemplo, los esfuerzos de Pio Moa por establecer una historia con respecto a la cual la actitud reaccionaria de Menéndez Pelayo, en la distancia, y Ricardo de la Cierva, en la cercanía, vendrían a ser paradigmas del progresismo, convertidos uno y otro en casi unos intelectuales revoltosos de mayo del 68. Tampoco se queda corto Forges cuando -en la voluntad de entender las cosas desde una memoria que de todas las garantías sólo cuenta con la de verse en el extremo diametralmente opuesto de la que esgrime Pio Moa- , le hace decir a uno de sus Blasillos que «la Historia es hija de la memoria y hermana del corazón». Se olvida el dibujante de que la memoria es hija de un presente de cuya crónica es madre, entre otras madres y otras crónicas de cuyos sedimentos vendrán unas historias que no siempre tendrán qué ver con esa memoria que el humorista quiere, por otro lado, «hermana del corazón», parentesco tan raro como vendría a ser que, por el hecho de que alguien tuviera el corazón partio, otro alguien viniera con la queja de tener partia la memoria. Por muy comprometida que se encuentre la voluntad, y por mucha esquizofrenia que padezca el entendimiento, la memoria, poca o mucha, esclarecida u oscura, tiende solo a ensimismarse. Antonio Machado lo sabía muy bien cuando señaló que «de toda la memoria sólo vale / el don preclaro de evocar los sueños».

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