TRIBUNA
El cambio climático y las estaciones de esquí
ES EVIDENTE que la tierra se está calentando y tanto los experimentos como los modelos matemáticos demuestran que el hombre es el principal responsable de este calentamiento. En los últimos años se han registrado las temperaturas más altas de los 100 años anteriores, los glaciares retroceden, los hielos pierden espesor, la primavera llega una semana antes que hace 50 años y las cigüeñas ya no emigran. Años de grandes nevadas y precipitaciones se alternan con varios años secos, y aunque este año los efectos estén acentuados por el fenómeno del Niño, está claro que tendremos que adaptarnos a inviernos irregulares y a que la nieve, cuando la haya, desaparezca mucho antes de lo previsto. Conscientes del dramático efecto del calentamiento que sufren desde hace años, economistas, científicos y responsables de las estaciones de esquí de los países alpinos se reunieron en Wengen (Suiza), bajo los auspicios de la OCDE, para estudiar como adaptarse a este cambio climático. Un aspecto importante de esta reunión es que no se habló de las consecuencias ecológicas del cambio climático, sino de las consecuencias económicas que está suponiendo la reducción de las nevadas en la economía de estos países. Las previsiones en dichos países indican que la tendencia actual de incremento de la temperatura supondrá una reducción de un 20-50% de los días de nieve en los Alpes (un 50% en los Pirineos) y sólo aquellas estaciones por encima de los 2.100 m tendrán asegurada la nieve. Un 40% de las estaciones de esquí alpinas desaparecerán con toda seguridad en las próximas cuatro décadas, aumentando hasta un 60% en los países con condiciones menos favorables. Si estas predicciones se aplican a la Cordillera Cantábrica, y teniendo en cuenta su menor latitud y altitud media, la consecuencia es que será difícil mantener coberturas de nieve suficientemente estables en cotas inferiores a los 2.000 m. Las estaciones supervivientes tendrán que adaptarse aprovechando mejor las caras norte, protegiendo las pistas menos favorecidas y aumentando en lo posible su altitud, y sobre todo incrementando las inversiones en nieve artificial, lo que encarecerá las actividades en más de un 200% y agravará el impacto ambiental de las mismas. Pero sin duda, la adaptación más evidente para la mayoría de las estaciones es la de orientarlas hacia otro tipo de oferta turística y reducir o eliminar la dependencia de la nieve. El panel español de expertos sobre cambio climático ya dejó claro en su momento que las estaciones de esquí tenderán a convertirse en estaciones de montaña, y que los proyectos de ampliación o la construcción de nuevas estaciones pueden quedar obsoletos en un plazo de tiempo inferior al de su amortización. Se hace necesario por tanto gestionar los recursos paisajísticos, culturales o monumentales, con carácter prioritario frente a los recursos dependientes de la nieve, que según los expertos deben pasar a un segundo plano. Ante esta implacable evidencia, y aún considerando las previsiones más optimistas, es paradójico contemplar como el proyecto de San Glorio sigue adelante, sin que se asuman las adaptaciones y consejos que los estudios sobre cambio climático o las propias empresas del sector están adoptando en otros países. Se insiste en la nieve como objetivo, y sin embargo las condiciones de la zona desaconsejan priorizar la inversión en el esquí alpino y ampliar pistas para tal fin. Lo que se promociona como actividades secundarias (esquí de travesía, de fondo, etc.) o actividades consideradas como «complementarias» deberían pasar a ser el objetivo prioritario según aconsejan las evidencias. Invertir en cañones de nieve y en la infraestructura de alto impacto que ello supone servirá de muy poco en los años venideros. Entonces, si los modelos predicen con una gran probabilidad que en 20 años podemos llegar a tal situación, ¿de que sirve invertir en una empresa en la que, además del alto riesgo de que no se amortice en el plazo estimado, es menos probable que sea rentable después de ese plazo? Como esquiador, preferiría ver una mayor y mejor inversión en las estaciones ya existentes, que aseguren el disfrute de la nieve en los próximos diez o quince años antes de que el incremento de temperatura lo dificulte, y dejar áreas como San Glorio para la práctica de otras actividades y deportes de nieve más flexibles a las variaciones en la innivación. Convendría que Tres Provincias y las administraciones implicadas tomasen como ejemplo el desarrollo de otros valles de la Cordillera, que no han necesitado matar la gallina de los huevos de oro y han apostado por un crecimiento realmente sostenible de sus municipios. Lo mínimo que puede pedirse a la administración y a los empresarios es que, además de cumplir con la legislación de los espacios protegidos, tengan en cuenta las previsiones y consecuencias del cambio climático sobre los pueblos y los ecosistemas de la montaña, y dejen de apostar por soluciones equivocadas o mal planificadas.