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Publicado por
ANXO GUERREIRO
León

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EL TERRORISMO lo emponzoña todo, hasta el punto de que incluso cuando se atisba su desaparición ofrece posibilidades para alterar lo que debería ser una confrontación política normalizada. Ya se sabe que hay quien parasita del terrorismo y hasta del antiterrorismo, y no faltan quienes esperan de su desaparición lo que jamás podrían conseguir en un contexto de violencia expresa. Pero, desgraciadamente, los aspirantes a beneficiarios del cese de la violencia pueden ser muy diversos. La tentación de sacar tajada de un proceso de paz puede afectar incluso a quien ha de gestionarlo directamente, es decir, al Gobierno. Es evidente que la sociedad reconocerá y premiará a quien sea capaz de conducir con acierto un proceso que ponga fin al terrorismo, pero lo es también que se trata de un asunto tan complejo que nadie puede dirigirlo en exclusiva. Si alguien pretende el protagonismo absoluto debe saber que con su decisión cierra toda posibilidad de compartir los riesgos y las responsabilidades. Pero la posibilidad de sacar ventajas de un proceso de paz puede tentar también a la oposición, pensando que el fracaso del mismo puede desgastar al Gobierno con mayor rapidez que cualquier otra cuestión en condiciones de confrontación democrática normal. No sé si el Gobierno hizo todo lo posible para sumar al principal partido de la oposición a su proyecto de paz, o si sucumbió a la tentación de dirigirlo en exclusiva para capitalizar el posible éxito. Pero si estoy seguro de que el PP hizo todo lo que estaba a su alcance para evitar que durante el mandato de Zapatero se pueda rematar con la lacra terrorista que padecemos desde hace cuatro décadas. Y si es perverso servirse de la paz para ganar un puñado de votos, todavía es peor beneficiarse de lo contrario, de que la paz se haya truncado. Ciertamente, el presidente del Gobierno puede perder su prestigio y credibilidad como consecuencia del fallido proceso de paz. Pero Rajoy pagará un alto precio político por su negativa a respaldar al Gobierno tras un atentado con víctimas mortales, y por su tajante rechazo a recomponer la unidad y solidaridad democrática contra el terror. Porque una cosa es la legítima crítica al Gobierno, o la exigencia de responsabilidades ante el fracaso de una determinada política, y otra muy distinta debilitar la lucha antiterrorista y proporcionar a ETA un nuevo y valioso balón de oxígeno. En todo caso, el debate celebrado el lunes ha demostrado fehacientemente que los dos principales líderes políticos del país son incapaces de lograr el más mínimo acuerdo o aproximación en una de las cuestiones que afectan más decisivamente a nuestra democracia. Sólo los ciudadanos a través de las urnas pueden modificar esta indeseable e insostenible situación. Ante ellos deberán rendir cuentas Zapatero y Rajoy. Y es seguro que uno de los dos no sobrevivirá.

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