Diario de León
Publicado por
RAMÓN PERNAS
León

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REIVINDICO la amistad como el más fértil territorio de la patria de los afectos. Se escribe poco sobre los amigos quizás porque ellos no necesitan del halago, ni siquiera del reconocimiento público. Demandan, en estos tiempos cautivos por las prisas, más largas sobremesas, conversaciones pausadas y hasta luegos subrayados con un abrazo. Cuando ya la memoria recuerda a los amigos que se han ido, echamos de menos de manera irremediable aquella tarde en que dejamos suspendida del viento una conversación pendiente a la que no quisimos poner un punto final. Añoramos el paseo al borde del mar para ver cómo la noche descorría su telón en el que estaba pintado todo el firmamento, y la nostalgia viró en tristeza como vira a sepia una fotografía en blanco y negro. No sé si seré capaz de escribir un convincente elogio de la amistad, pero me gustaría hacerlo hilvanando palabras certeras como una caricia adolescente que distinguieran la puñalada caliente de una traición de la elegía sublime de un afecto generoso y compartido. Nada piden los amigos verdaderos, sólo dan, son espléndidos con la más desprendida de las posesiones que son aquéllas que residen en la caja del pecho donde se ubica el corazón. Yo soy quien soy gracias a mis amigos. Ellos me han ayudado a construir este edificio personal que fui apuntalando en mi oficio de hombre. Estuvieron a mi lado cuando el dolor o la angustia me visitó, creyeron todos y cada uno de mis silencios, soportaron deslealtades mezquinas tan gratuitas como incomprensibles, deletreamos juntos el alfabeto de las risas y buscamos cobijo en mapas solidarios. Mi único patrimonio son mis amigos, y he aprendido a no dilapidarlo. Y sólo lo mantendré si soy capaz de mimarlo y decir sin pudor cuánto los quiero sabiendo cuánto me quieren.

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