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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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PARA LOS PARTIDOS constitucionalistas, hacer sus listas electorales en Euskadi no es sencillo, sobre todo desde que ETA comenzó a disparar contra los políticos que viven el nacionalismo desde fuera, sin practicarlo. No ha sorprendido así que, a raíz del atentado de Barajas y la ruptura del llamado proceso de paz, populares y socialistas vascos vean cómo algunos militantes y simpatizantes que durante el alto el fuego etarra accedieron a formar parte de las listas, para concurrir a las elecciones de mayo, «se lo estén pensando» o hayan dicho que, por favor, les borren. Pero ni al PP ni el PSE les ha cogido por sorpresa esa reacción aprensiva de quienes diferencian claramente política y heroísmo. Si con ETA en ebullición manifestar un criterio propio puede ser arriesgado en San Sebastián o Bilbao, en muchos zonas del espacio rural resulta temerario el simple hecho de no disimular hacia ETA una cierta aversión. El PP había recurrido en elecciones anteriores a candidatos de otras comunidades autónomas para formar sus listas, y el nombre del mismo Aznar aparecía en la lista popular al Ayuntamiento Bilbao en las pasada elecciones municipales, como respaldo a su partido. Esta vez no va a admitir María San Gil refuerzos o añadidos de renombre, pero sí militantes más bien anónimos de otras autonomías. Hasta el Sindicato Unificado de Policía (SUP) se había ofrecido al PP para completar sus listas allí donde faltasen nombres, y no tanto por si producían reacciones espantadizas de algunos arrepentidos como para que mujeres policías equilibrasen la relación varón-hembra, en obediencia a la similaridad de cuotas. También el los socislistas del País Vasco tienen dificultades, y así lo reconocía ayer su secretario general en Guipúzcoa, Miguel Buen, reconociendo que algunas personas que habían dado su conformidad a ser incluidas en las listas se dan de baja al ver los destrozos políticos, al margen de los humanos, de la brutal explosión de Barajas. Afirma Buen lo que hasta la izquierda aberzale reconoce, y es que ETA ha dejado tirados a sus presos, y sobre esa evidencia apoyaba el socialista guipuzcoano una vieja idea de los primeros consensos antiterroristas, no olvidada hasta hoy, la de que el nuevo consenso incluya «la reinserción de los etarras que abandonen la organización terrorista y muestren su voluntad inequívoca de resocializarse y defender sus ideas por cauces democráticos». Junto al dolor que la sociedad comparte con las víctimas del terrorismo, existe la inclinación a la generosidad hacia quienes abjuren de la violencia criminal. En sus presos desatendidos por ella estaría ahora el talón de Aquiles de la banda, con vistas a su funcionamiento interno, pues de cara al exterior ETA simboliza ya la derrota de quienes pretender hacer política con el terror. Bien es cierto que el terror sembrado en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas sólo ha tenido el efecto político parabólico de que en las elecciones vascas siguen produciéndose situaciones de negatividad democrática, como es el peligro de la expresión pública de opiniones constitucionalistas y, en pequeños núcleos humanos de zonas rurales, la imposibilidad de que el Partido Popular o el PSE presenten listas electorales.