DESDE LA CORTE
Cómo se fabrica un gran conflicto
CUANDO SUPE que uno de los grupos de Alcorcón que tienen en vilo a España se llama LMC, me puse a investigar el significado de esas siglas. En otros tiempos más rebeldes, una «c» en el nombre de una organización se traducía inevitablemente por «comunista». Pero se nota que esto ha cambiado, y tales nombres ya no se llevan. Ahora, los miembros de una banda llamada LMC no están fichados por la policía como rojos. LMC son las siglas de Los Más Cabrones, tribu urbana con actividad reconocida en Alcorcón. No parecen arcángeles, pero tampoco nadie espera que un grupo así sea demócrata-cristiano. Junto con otros frenéticos muchachos, viven sus días de gloria: aparecen en los periódicos, hablan en la radio y abren informativos de televisión. Casi parecen de la kale borroka . Este último fin de semana consiguieron asustar al personal y erotizar a la clase política. Sobre todo, a Ana Botella, que rápidamente hizo público su científico diagnóstico: todo esto es culpa de Rodríguez Zapatero. Otra parte del Partido Popular, la que está esperando que cante un gallo para exigir responsabilidades, va a convocar a Pérez Rubalcaba para que explique los sucesos en el Congreso de los Diputados. Como pueden ver, los chicos de Alcorcón, con sus alijos de navajas, pistola y catana, son ya el nuevo argumento político que nos entretendrá durante unos días. Veremos análisis sociológicos sobre las pandas urbanas. Leeremos sesudas reflexiones sobre la marginalidad en los barrios de la gran urbe. Y, sobre todo, tendremos que hacer la gran pregunta: ¿estamos ante un asomo de racismo y violencia contra los inmigrantes? Yo, francamente, no lo sé todavía. Me atengo, por ello, a la recomendación de cautela que hizo José Blanco: que la policía estudie ese fenómeno, y a partir de ahí obtendremos conclusiones. Lo que me alarma, de entrada, es el juego político-periodístico de los sucesos. Ignoramos si se trata de un episodio aislado, o estamos ante un incendio xenófobo. Pues no tengan ustedes duda: como los diagnósticos sigan así, terminaremos viendo una explosión de xenofobia. Se están poniendo todos los ingredientes: una oposición que responsabiliza al Gobierno y a su política de inmigración; una extrema derecha que encontró en Alcorcón la oportunidad de demostrar que existe, y ahora es aireada por la prensa; unas ansias de algún sector mediático de crear un clima de rechazo al inmigrante, y una parte de la sociedad que necesita decir (como ayer se escuchó en la radio) que los extranjeros tienen más beneficios. Agítense esos ingredientes, y nos encontraremos ante un gran conflicto. Es decir, una pelea juvenil con tintes racistas, pero localizada en Alcorcón, convertida en batalla nacional. Por ese camino hemos empezado a avanzar.