Diario de León

TRIBUNA

La «ruina montium» de Las Médulas

Publicado por
LUCIANO MARTÍNEZ LUENGO
León

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ACEPTANDO la invitación que se hace a los visitantes de las Médulas de hacer llegar al Instituto de Estudios Bercianos cualquier sugerencia a propósito de lo que pueda referirse a las dichas Médulas, vayan unas consideraciones fundamentalmente referidas a lo que denominado por Plinio «ruina montium» venga traducido en el fenómeno físico que desencadena esa ruina. Por mi parte creo que, atendiendo a lo que Plinio dejó escrito, éste no llegó a precisar lo que pasaba en el interior de la galería o conducción hacia la que derivaban en tromba el agua, haciendo pasar por ella la que soltaban de golpe del consiguiente depósito (o depósitos), que era vaciado con un caudal sin duda muy superior al de llenado. La velocidad del agua en la galería era esencial para el proceso. El caudal, sabemos, es igual al producto de la velocidad del agua por la sección de la galería. ¿Hay alguna referencia en Plinio o algún hecho probado, como base, para deducir que el agua era introducida en un culo de saco, o sea que existiese un tapón en el extremo de la galería? Pues sin tapón no hay presión, ¡ni falta que hace! Y por otra parte, el aire, aun comprimido, no explota. Y no nos vayamos al golpe de ariete... (hay quien lo ha mencionado). Entonces, ¿Cómo se produce la «ruina montium»?. Me parece totalmente de acuerdo con la realidad lo que leo en «Las Médulas y su entorno» de Javier Villalibre - Ediciones Lancia: «Hechas las galerías correspondientes se dejaba entrar en ellas el agua, lo que producía fuertes erosiones que provocaban el derrumbamiento. La «ruina montium» . En cambio, no me parece acertado lo que dice más adelante. «... La necesidad del agua en primer lugar para el derrumbe de las tierras y después para su arrastre y lavado. En el primer caso, sin duda, eran necesarias menores cantidades y además con un fluir más lento. Es para el arrastre cuando se hacían necesarias trombas de agua que moviesen masas importantes de tierras». Como pudo verse en el vídeo que se proyectaba en la exposición sobre el tema, en el Jardín Botánico de Madrid, (espacio suprimido, ¿...?. en el que se proyecta ahora en las propias Médulas), el agua que salía por la galería, arrastrando material aurífero, servía sin duda para ambos menesteres: o sea, haría el segundo menester que es el que faltaba. No puedo negar o dar de lado a otras formas de «ruina montium» también mencionadas en la pequeña obra citada (arrugias, explotaciones en peine) todas ellas a base de erosiones producidas por el agua. Plinio no nos dice nada, al menos que yo sepa, de algún dato que sería fundamental para el estudio del tema que nos ocupa: Magnitud de la galería (diámetro, sección), para, conocidos los volúmenes del agua en juego, que, provenientes de los depósitos, pasaban por ella, deducir el régimen que, no lo dudemos, era un régimen turbulento en vez de un régimen laminar (tranquilo) y aquél era el que producía la «ruina montium» . El movimiento de líquidos en tuberías ha sido muy estudiado. Se parte de la ecuación de Bernoulli (ecuación fundamental de una corriente líquida) y, concretándose al movimiento de líquidos en tuberías; una serie de autores desde Woltman (1791) hasta Lang (1896) pasando por Prony (1804), Dancy (1858) y otros más, han aportado sus ecuaciones al tema. Tenemos bien conocido el «número de Reynolds». Este es proporcional a la velocidad del líquido en metros por segundo y al diámetro del conducto en metros e inversamente proporcional a la viscosidad: concretamente al coeficiente cinemático de la viscosidad en m2/segundo. Un valor entre 2.000 y 3.000 para el número de Reynolds (Re) supone ya un régimen turbulento; y ese valor se alcanza rápidamente para un diámetro de un metro. Bastaría, con ese diámetro de 1 metro, una velocidad de unos pocos cm/seg. para llegar a un valor de Re de 2.500: ya régimen turbulento. La experiencia demuestra que en un régimen laminar (tranquilo), las pérdidas de energía son proporcionales a la velocidad; pero las habidas en un régimen turbulento son proporcionales al cuadrado de la velocidad. En mis treinta y ocho años de profesión como ingeniero, responsable de la explotación (operación y mantenimiento) de presas y centrales hidráulicas (las de mayor capacidad y potencia de España) viví experiencias sobre el tema que nos ocupa, que difícilmente se pueden olvidar, y que me advirtieron de cómo se las trae el agua cuando se cuela por conductos que no han sido preparados para mantener la velocidad de paso dentro de valores tranquilos: laminares y no turbulentos. Citaré sólo dos casos, sin duda los más espectaculares y de mayor trascendencia vividos por mí, en el transcurso del ejercicio de mi profesión: En la presa de Montefuredo, con una central de pie de presa del mismo nombre, se dejaron en su construcción, embebidos en la misma, los forros metálicos de las tuberías que alimentarían las turbinas en su día. Una crecida del río Bibey, en cuyo cauce está construida la presa, hizo que el agua pasase por dichas tuberías que tenían libres sus entradas y salidas; los forros de las mismas fueron arrancados, desprendidos y hechos girones. Sus trozos quedaron en el río, aguas abajo de la presa. Otro más, éste en la presa de San Esteban, en el río Sil, no lejos de su desembocadura en el Miño, al que regala tres veces más agua de la que el propio Miño lleva en la confluencia de ambos. Para aliviar las crecidas del Sil, además de las compuertas de aliviadero de coronación, poseía otra compuerta que desaguaba por un túnel-aliviadero. El agua entraba en el túnel por una compuerta flotante de superficie y bajaba por el conducto-túnel, más o menos vertical, para desaguar por la parte inferior de la presa. Era la primera vez que se usaba. Las erosiones producidas en el túnel fueron de tal magnitud que la prudencia aconsejó anularlo para siempre (mejorando el aliviadero de las compuertas de superficie). Como se dice en derecho, éstos son hechos probados. Tendrían que hacerse pruebas para ver lo que ocurre con un sistema de «ruina montium» que simule la hipótesis o aseveración que está escrita en los hitos colocados en el mirador de Orellán. Yo creo que antes de esperar que alguien de fuera nos diga que estamos equivocados, sería mejor que cambiásemos el discurso.

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