EN EL FILO
Las dificultades de la Justicia
LA DECISIÓN, ampliamente mayoritaria, del Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de mantener la prisión del etarra De Juana Chaos, internado en un hospital, pese a la precariedad de su estado provocado por su huelga de hambre, evidencia las dificultades en la administración de justicia. Que el asunto era importante lo corrobora el hecho de que la decisión se tomase por el pleno de los magistrados y no sólo por quienes constituían inicialmente el Tribunal. Que es complejo lo manifiestan los cuatro votos discrepantes de los que aprobaron la resolución. Era un precedente a tener en cuenta. Que es delicado, se desprende de que está en juego la vida de un hombre. Incide en el ámbito de los sentimientos, en el que se encuentran también los de las víctimas del terrorismo. Una alegoría tradicional presenta a la Justicia como una mujer con los ojos vendados. Obviamente, no porque quienes la administran carezcan de sentimientos, sino porque han de ser independientes, que es lo que los define constitucionalmente. Decidir sobre asuntos de esta índole pone a la conciencia individual en una tesitura singularmente intensa que, por eso, merece un redoblado respeto de la sociedad. El acuerdo adoptado tiene fundamentos jurídicos sólidos. La vida de la persona no peligra por la situación penitenciaria en que se encuentra, sino por una decisión personal. La prisión domiciliaria, por sí misma, solicitada por los votos minoritarios y la fiscalía, no eliminaría el peligro, como tampoco la libertad provisional. La independencia que se reclama para los jueces ha de amparar a todos, y quedar al abrigo de las legítimas concordancias o discrepancias que se sostengan fuera del ámbito judicial. Los jueces no son actores de procesos políticos. No son instrumentos del poder, ni sus hostigadores. Extremar ese buen parecer es un comportamiento prudente para el aprecio de los ciudadanos. Las posiciones predeterminadas de un modo sistemático en el seno del Consejo General del Poder judicial no favorecen la apreciación positiva. Algo parecido habría de tenerse en cuenta en el Tribunal Constitucional con motivo de la discutida recusación de uno de sus miembros. La duda sobre la imparcialidad no debería acompañar nunca a los Tribunales, aunque exista sobre el acierto de sus resoluciones. La decisión de la Sala de la Audiencia Nacional tiene una repercusión social evidente. Posiciones políticas, interpretaciones jurídicas y sentimientos se mezclan. Quizá estos últimos sean los más difíciles de manejar, por su propia naturaleza. Una persona sin sentimientos no es completa; pero el sentimiento no ha de dominar a la razón. Una tarea excelsa y difícil la de hacer justicia.