TRIBUNA
López Anglada, pionero de una cultura de la defensa Promoción y cerrojo
FALLECIDO Luis López Anglada, uno de los mejores poetas de la postguerra española, no quiero estar ausente de la sinfonía, no muy numerosa, pero sí merecida de alabanzas. Como tal, poeta nacido en Ceuta en 1919 y afincado en Castilla (Valladolid), Aragón (Zaragoza), Canarias (Tenerife) y luego en Madrid, había sido amigo de la generación literaria posterior a la del 27. No se sintió incómodo con aquello, sino al revés. Amigo entre otros poetas, de Benito de Lucas, talaverano, de Rafael Morales, de Zubiarre, y de José Hierro, ya fallecidos, y de Manuel Alonso Alcalde. Poseía numerosos Premios, el Boscán de la Ciudad de Barcelona, el de la Ciudad de Madrid, el Antonio Machado de Sevilla, el de Gandía, etcétera. Fundador de revistas literarias, como Valor y Fe , le dieron el Premio Nacional de Literatura, en 1961. Esta colindancia y antecedente la tuvimos nosotros, al año siguiente, con el mismo Premio, con el matiz de que a partir de 1962, normalmente, aquel gran Premio Nacional ya no se concedió a autores que hubieran hecho la guerra civil española. Porque López Anglada, con su libro Contemplación de España , digno de reeditarse ahora, y nosotros con Continuidad Política y Convivencia , teníamos la coincidencia de ser militares. López Anglada, procedente de alférez provisional, desde Valladolid (había sido discípulo en el bachillerato del poeta Alonso Cortés), y nosotros, tras las prácticas de la Milicia Universitaria en el Monseny y el Batallón 14 Las Navas de Cazadores de Montaña de Zaragoza, en el cuerpo Jurídico del Aire. Se retiró de Coronel en 1985. Y durante varios años, desde 1972, tras dejar la Secretaría de Ateneo, fue Jefe de Prensa del Ejército de Tierra. Sobre su carrera literaria, otros habrán escrito mucho de él. Queremos destacar que, como se ha dicho, fue militar y poeta. O poeta y militar. Pero centrándome en la clarificación que hace Ortega y Gasset del Guerrero , del Soldado y del Militar , nosotros nos inclinaríamos por ver en López Anglada, desde luego el poeta y la dimensión connatural de Soldado. No sólo porque una buena parte de su creación literaria tiene el sesgo certero de la transcendencia de un Ejército, una Bandera y unos hombres que sirven a España, con amor y servicio -él fue herido al final de la contienda-, y sacrificio. Ahora bien, el matiz que subrayo en López Anglada, es que sin pretenderlo, él fue pionero y ejemplo, de lo que modernamente, se ha denominado una «Cultura de la Defensa». En tanto en cuanto supo vivir y transmitir a los soldados y a los hombres de Letras, los valores del Ejército en una sociedad en Paz. A su vez llevó al Ejército aquellos otros que radican en la sociedad... Porque el hombre, diría alguien, es mitad monje sociedad y mitad soldado. En todos los puestos de responsabilidad castrense que tuvo, como profesional, ejerció como ciudadano. Aspiraba a los premios de ciudades, -grandes y pequeñas-, era generoso, cordial, sus dotes de mando eran servir a los demás, especialmente desde el ángulo íntimo suyo, la literatura. Las revistas militares de la posguerra estuvieron abiertas a la sociedad, y en las civiles, que él fundaba, colaboraban militares. Todo ello con naturalidad, casi con ternura, con el fino sentido de lo bello, lo rítmico, lo palpitante. Su labor en el Centro Cultural de los Ejércitos era otro escenario de esa preocupación por esas puertas abiertas a la sociedad, al pueblo del que emerge el propio Ejército. Sin sinuidad, en los muchos caminos recordados por las Tierras de España. Luis López Anglada, soldado y poeta, fue pionero de una Cultura -la auténtica-, de la Defensa . Ahora descansará en la paz de Dios en el que siempre creyó. LEÓN ES siempre una provincia para soñar. El Bierzo para evocar. Cuando el domingo día 14 de enero me desplacé con mi familia desde Benavente para visitar la herrería o fragua de Compludo, me llevé una gran decepción. No por el paisaje, que es magnífico, ni por la carretera, que es malísima -lo digo por el firme-: La decepción me llegó cuando pasadas las 13, 00 horas llegamos a la herrería y la puerta estaba cerrada. Eso sí, los carteles de la puerta anunciaban que, las mañanas de los domingos, la fragua estaba abierta de 10 a 14 horas. Según supe después, el vigilante estaba de baja y la Junta no dispone sustitutos ni «correturnos». La fragua de Compludo no es un caso aislado: la iglesia de Santiago, en Peñalba, ha estado también dos meses cerradas a cal y canto y esta pasada semana lo mismo ha ocurrido con la iglesia mozárabe de San Miguel de Escalada. Además, de esto, según he sabido, también los cinco Bienes de Interés Cultural de la provincia de León que cuentan con vigilantes [además de los citados, La Peregrina (Sahagún) y el Castro Ventosa (Cacabelos)] cierran todos los domingos por la tarde, lunes y martes. El problema: la falta de personal. La Junta tiene un vigilante asignado a cada monumento, no más. Mi pregunta: ¿Es así como contribuye la Junta de Castilla y León a promocionar el patrimonio cultural de la región? ¿Echando el cerrojo? Cuando escribo esto, no puedo por menos de recordar la vieja canció n infantil de «A tapar la calle», que luego promocionaría Pablo Guerrero en versión particular. Aquí, en lugar de la calle, la Junta parece que ha apostado por tapar los monumentos. Es algo así como aquellas Semanas Santas de antes, en las que se tapaban las imágenes porque Cristo había muerto. ¿Quién ha muerto aquí? ¿Tal vez la política de la propia administración regional en materia de patrimonio? Diríase que más que querer promocionar los lugares históricos, la Junta trata de ocultarlos. ¿Acaso quiere esconder el estado en el que se encuentran? Sí, ya sabemos que en San Miguel de Escalada todavía, a día de hoy, no hay luz eléctrica y la vigilante tiene para calentarse, en los fríos inviernos, una estufa de gas butano. Ya sabemos también que hay problemas de humedad en el subsuelo que hace que se desplomen las aras... Ya sabemos, igualmente, que en la iglesia de Peñalba se fracturan las columnas... ¿Es por ello, por lo que la Junta se resiste a promocionar los monumentos leoneses? Si fuera así, al menos habría que reconocer a la consejería de Cultura que tiene pudor o vergüenza en mostrar al público el estado de los monumentos. Pero me temo que no, que ni siquiera en esto la Junta goza del beneficio de la duda. Lo que sucede, simple y llanamente es que los responsables políticos no alcanzan a valorar el significado del concepto «promoción». Equivocadamente, a mi juicio, la consejera Silvia Clemente entiende por promoción irse a las ferias de España y del extranjero, para proclamar las lindezas de la región; pero no se da cuenta que esa promoción, sin tener bien cubierta la retaguardia puede ser un «boomerang» que puede volverse contra nosotros. Si alguien llega con ganas de conocer y disfrutar de nuestro patrimonio cultural y se encuentra con los monumentos cerrados, la propaganda se vuelve en contra, allí donde vaya. El llamado «boca a boca» puede funcionar muy bien, cuando hay algo que mostrar; lo malo es que también puede funcionar a la inversa y espantar a la gente. ¿Es consciente la Junta de Castilla y León de las oportunidades que se pierden cada día que pasa y los monumentos están cerrados? ¿Con estos edificios, singulares en su género, quiere la consejera jugar al escondite con los potenciales visitantes? Lo que está cerrado no se ve; lo que no se ve se ignora. Difícilmente algo que se ignora puede promocionarse. Difícil es también que algo que no se promociona pueda conocerse. Más difícil es todavía que lo que no se conoce se pueda visitar. Y si no hay visitas no hay turismo; y si no hay turismo, estamos perdiendo una gran oportunidad.