LA VELETA
¿Ultrajes a España?
HACE cosa de un año el actor Pepe Rubianes, debidamente preguntado en el ambiente oportuno -marejada del Estatuto catalán, plató de TV3 catalana- se largó un encendido y vibrante excremento sobre «la puta España», su unidad, etcétera, y fue muy reído y aplaudido por un público más de fervorín que de atención a no pisar mierda. La única lección clara que se saca es lo fácil que resulta delinquir o, lo que es lo mismo, cómo cualquier necedad irrelevante puede ascender a pieza de escándalo social, político, legal. Pero que sea delictivo un penoso excremento sobre España, sobre cualquiera de sus comunidades autónomas, sobre sus símbolos o emblemas, no me parece objetivable ni en la conducta del excrementador ni en sus consecuencias reales sobre la entidad afectada por dicha conducta, suponiendo ¡y es demasiado suponer! que España, Galicia, Cataluña, Castilla... sean entidades cuya realidad, siempre discutible, cambiante y prescindible, se afecte por lo que cualquier badulaque o cantamañanas decida echar por la boca. Más todavía, si se da tal afectación -daño, menoscabo, pérdida, etc.-, hay que concluir que es poca o irrelevante esa realidad que se afecta por el excremento con que el badulaque o cantamañanas se asciende a nada menos que a posible perseguido en su libertad de pensamiento y de expresión. Y se asciende a delincuente, a perseguido, porque se topa con el Código Penal (art. 543) que ha discurrido una sociedad empeñada en que sea delito lo que es simple memez sin el menor relieve o con el único relieve de darle a otros memos por el palo que les gusta. Entiendo que España, Galicia, Cataluña... y Estado, Patria, Nación... y muchas mayúsculas más -Religión y religiones en cabeza- son el mejor ejemplo de entidades que no deben hacer materia penal de verse en groserías a lo Rubianes. Por supuesto, en absoluto pueden penalizar cualquier tipo de crítica o argumentación contraria a su realidad o desafecta a ella. Sobra mala experiencia de cómo pueden acabar las leyes sobre ultrajes y dignidades en cuestiones de Estado, Nación, Patria... Religión... y de sus signos y emblemas... sobre todo por cómo se concreta quiénes son los patriotas y los devotos que dicen sufrir y exigen castigar y reparar ultrajes que, desde luego, Estado, Nación, Patria, Religión... es imposible que sufran. Y en todo este incidente de que pueda ser delito una grosería sólo nos falta la prueba de cómo lee cada cual. Es una prueba muy fácil y más eficaz que la del algodón: donde el Rubianes de turno excreta memeces sobre la «puta España» y ¡vaya! la cosa a usted hasta le tiene su gracia, imaginemos que ya no dice España y dice X y usted despeja X y concluye que al tío ese hay que darle con la ley en los morros... Bueno, pues resulta que el folio no ha servido de nada, cosa que me temía.