Cerrar
Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

Creado:

Actualizado:

CUANDO las urnas empiezan a desempolvarse, el centro vuelve a ser el espacio políticamente ideal en el que todos partidos desean establecerse, al menos para encubrir de moderación las vetas radicales de sus programas. Y eso sucede ahora, cuando el PP ha exhibido fugazmente su alternativa de Gobierno, enfocada en Rajoy, quien está revelando una sorprendente capacidad para lanzarse contra la yugular de su adversario, que es Rodríguez Zapatero. Los redactores del programa «popular», con vistas a las elecciones generales del 2008, que en Génova 13 se querrían adelantar al próximo otoño, se devanarán los sesos para que en Rajoy sea compatible su discurso parlamentario del pasado día 15, en el que intentó sepultar a ZP bajo los escombros de la T-4 del aeropuerto de Barajas, con unas propuestas que, en el aspecto social, no podrían distanciarse mucho de las actuales del PSOE, y, en el plano militar, tampoco le regatearían a la OTAN un pequeño esfuerzo suplementario de soldados españoles en Afganistán. Pero tampoco el Gobierno y el PSOE están en condiciones de ofrecer un programa al que se entreguen racional o emocionalmente los jóvenes que el 14-M le dieron la victoria electoral al socialismo, y ello porque el mayor éxito de ZP es el económico, con registros de récord en empleo y crecimiento, pero sin que las desigualdades sociales se reduzcan y sin que un porcentaje casi estremecedor de jóvenes bien preparados ingresen y se anclen en el mundo laboral como «mileuristas». Al presidente, que tan directamente se responsabilizó del llamado proceso de paz, le ha salvado de la hecatombe del atentado de Barajas el propio Rajoy, con su ataque feroz en la sesión plenaria del Congreso contra la política antiterrorista del Gobierno, incluida la del diálogo (pasado día 15). Y esa desmesura en la oposición de un hombre al que se le reconocían reservas de moderación y un talante centrista, al menos comparado con el de sus colaboradores más cercanos en el PP, le ha servido a Zapatero de lanzadera para salir del trance y reanudar, a falta de otras iniciativas, su estrategia basada en el talante. Ya tenemos un nuevo talante de ZP, una especie de pacifismo franciscano frente a la oposición, para prolongar la legislatura hasta el último día de su marcado cuatrienio. El presidente ha dicho que seguirá esforzándose por conseguir el fin de la violencia terrorista, por lo que no replicará a los ataques de Rajoy, aunque ello no le haya impedido a Zapatero señalar que la distancia entre Rajoy y el centro sería excesivamente larga para que pudiera recorrerse en un programa improvisado de supuesto adelanto electoral. Y ahí tendría Zapatero razón o una cuota de razón, pues en el terreno sobre el que la estrategia del Gobierno no ha dado por ahora resultado, el terrorismo, el PP niega hasta el diálogo con la llamada izquierda abertzale, a la que Garzón declara inocente, mientras que la estrategia de ZP es mantener ambiguamente -sólo de forma ambigua podría mantenerse- una política de espera a que ETA y su entorno muevan la pelota que está en su tejado. Lo que nadie autorizaría a Zapatero es la apertura de un diálogo bajo la presión de nuevos atentados como el luctuoso de la T-4. En cuatro décadas de terrorismo etarra, el Estado español no ha cedido al terror.