EL BALCÓN DEL PUEBLO
Competición entre tontos y malos
LO VOCEÉ desde este balcón del pueblo hace unas semanas. Escribí entonces, y lo reitero hoy, que la campaña de las próximas elecciones municipales y autonómicas amenazaba con convertirse en una competición entre tontos y malos. No generalizo, claro, porque toda regla tiene excepciones. Lo último que ha ocurrido con la escuela de pilotos que se instala en Talavera la Real (Badajoz) es la prueba definitiva de que se cumplen los peores presagios. Se convirtió en el tema estrella en el último pleno municipal celebrado en el consistorio leonés. Unos y otros daban la vuelta a la chaqueta para mostrar los forros de percal. Como si estuvieran sobrevolando los Eurofigther sobre la Candamia. Mientras los dirigentes locales del PSOE siguen recordando el incumplimiento de la promesa del expresidente José María Aznar, los también dirigentes locales del Partido Popular ahora acusan del incumplimiento al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y por derivación al ministro de Defensa, José Antonio Alonso. Lo pintoresco del asunto es que los populares leoneses citan como autoridad a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que ya ha puesto el código de barras de caducidad a su presidencia extremeña, mientras los socialistas se atollan en las declaraciones del dirigente popular extremeño Carlos Soriano. Lo único seguro de sus destemplanzas es que las dos partes tienen razón, que es como decir que no la tiene ninguna. Pero lo triste es que este asunto de nivel local es un perfecto reflejo de cómo funciona actualmente la política en todas sus escalas, incluída la nacional. El principal argumento de un partido político son los fallos del contrario. Están exclusivamente a las caídas. Ya no se trata de convencer a alguien que la oferta política propia es la más conveniente para la mayoría de los ciudadanos a la que se dirige. Ahora todos los esfuerzos se emplean en demostrar que el adversario es peor, aunque eso signifique la carencia de propuestas propias. Estamos bajo mínimos. Ha caído tanto el nivel político que, como dijo Miguel Ángel Aguilar, las próximas elecciones municipales y autonómicas -quedan tres meses y medio para acudir a las urnas- las ganará el que menos goles marque en propia puerta. Lo extraordinario es que esa situación política, envenenada, enrarecida y sin altura de miras, se produce con las circunstancias económicas y sociales más favorables que hemos conocido los españoles. A modo de síntesis: con el paro reducido a cifras insospechadas desde hace más de tres décadas; nos hemos convertido en un país de inmigrantes y con una expansión espectacular de derechos sociales, simbolizada por la Ley de Dependencia, todavía en fase de rodaje. Un rodaje que tendrá lubricantes gaseosos para amortiguar rentabilidades políticas. Sin embargo, nada de eso parece ser suficiente y deberemos afrontar las próximas elecciones municipales y autonómicas en un ambiente ciudadano que, todo indica que va a ser profundamente desagradable. Y también con unos candidatos que parecen despertar de todo, menos ilusión.