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DESDE LA CORTE

Razón política contra razón legal

Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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¿HAN visto el espectáculo ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco? Fue memorable. Los miembros del gobierno, formados bajo los paraguas, como si se tratara de una recepción. Los militantes, convocados a dar ánimos al imputado. El imputado, acompañado de su esposa, lo cual siempre da un aire muy entrañable y emotivo. Todo conformaba un escenario de sentimientos para arropar al nuevo mártir del nacionalismo, que juntaba las manos y daba las gracias por tanto cariño. Un cariño de diseño, para que el juez oyera tras los cristales los gritos de «aurrerá», adelante, y también se conmoviera. Antes, los periódicos habían subrayado el carácter histórico de la cita: el primer lendakari que tiene que comparecer ante el juez. Dentro, no sabemos qué ocurrió. Sólo sé decir que Ibarretxe es un dialéctico correoso. Sostiene sus convicciones con entusiasmo y tenacidad. Nunca se considera derrotado. Nadie le ha visto nunca renunciar a una posición. Por lo tanto, si cree que imputarle es «un absurdo», se lo habrá repetido al juez hasta convertirlo en estribillo. Si está convencido de que habló con Otegi para «arreglar las cosas», habrá hecho de ese procedimiento el eje de su declaración. Y si piensa que con su imputación se criminaliza el diálogo, no descarten ustedes que el magistrado haya terminado la declaración con cierto complejo de culpabilidad. Por lo menos, Ibarretxe lo habrá intentado. El punto débil de la defensa del lendakari es que no se basa en el texto de la Ley de Partidos ni en la sentencia del Supremo que declara ilegal a Batasuna. Se basa en sus propias convicciones y en lo que entiende como su contrato con la sociedad. Si en su investidura prometió hablar con todos los partidos, esa promesa tiene para él más fuerza que las limitaciones de una ley. Según su criterio, sus actos no pueden ser nunca delitos, porque buscan el bien del país que dirige y pretenden resolver la situación de conflicto que existe. Si su comportamiento resulta punible, lo que se castiga -«criminaliza»- es el diálogo mismo, no la persona que incumple la norma. No ex extraño que, con esas convicciones, haya mandado este recado al tribunal: se seguirá reuniendo con Batasuna. Comprenderá el lector que, después de este argumentario, no hay nada que ayude a cambiar la calificación de imputado del señor Ibarretxe. Sus razones son políticamente defendibles, incluso hermosamente defendibles, pero es más que dudoso que se ajusten al texto de la ley. Cuando escribo esta crónica, ignoro cuál será la decisión final del juez. Pero me atrevo a una tesis: si archiva el caso, no será por lo sólido de las razones del lendakari. Será porque se ha optado por el mal y el daño menor.