LA VELETA
Independencia judicial y derecho a discrepar
LA INDEPENDENCIA de los jueces no consiste en hacerlos vivir en una burbuja de oro que los libere de la crítica, de los ambientes sociales y de su obligación de trabajar como cualquier funcionario. Tampoco consiste en que todos nos callemos delante de ciertas sentencias, de sus cambios de criterio o del posible mal uso de los instrumentos procesales. La independencia del juez es, ante todo y sobre todo, una condición sistémica y en nada casuística, que les permite instruir y sentenciar sin que nadie pueda interferir en sus decisiones. Y en este punto hay que decir que nuestro sistema es impecable, ya que no existe ninguna posibilidad de variar la decisión que deba adoptar un juez, ante la ley y su conciencia, si este juez no se deja corromper por dinero o por honores. Una manifestación como la que se celebró en Bilbao puede ser conveniente o inconveniente, pero en ningún caso le impide al TSJ del País Vasco adoptar las decisiones que mejor le parezcan, aunque sean tan atrabiliarias como la de hacer declarar como imputado a la máxima representación del Estado en Euskadi, por haberse entrevistado con un ciudadano que los propios jueces mantienen en la calle y en pleno uso de sus derechos civiles y políticos. Decir que Ibarretxe se entrevistó con Batasuna es muy útil para montar camorra. Pero si tal partido no existe, porque los jueces la borraron del mapa, difícilmente se podrá decir que Batasuna se encarna en Otegi a criterio del denunciante. El argumento de la presión social tampoco sirve para los jueces. Porque, al contrario de lo que puede ocurre con los que son víctimas de los errores o de la incuria judicial, a los magistrados le damos un estatus, una protección legal y un sueldo que deberían servir para no dejarse influir por pequeñeces y tonterías. Y así como los médicos tienen la obligación de andar en las vísceras sin marearse, y los bomberos de entrar en las casas que arden sin miedo a quemarse, también los jueces tienen que cumplir su deber -si de verdad creen en él- sin obligar a los ciudadanos a circular con bozal, y sin exigir que permanezcamos impasibles -como el ademán- ante una decisión que nos parece estúpida. El momento que atraviesa la lucha antiterrorista, en los aspectos políticos y judiciales, es penoso. Por eso hay muchos jueces que, conscientes del papelón que están jugando, quieren elevar al nivel de los dogmas no sólo sus decisiones, sino también sus filias, sus fobias, sus ideologías y sus manías. Pero ese engaño no puede cuajar entre los demócratas. Así que, si usted tiene motivos para criticar o manifestarse, hágalo. Porque eso, aunque a algunos no les guste, se llama libertad.