Diario de León

DESDE LA CORTE

Un país de locos

Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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LA FRASECITA agitó corrillos y tertulias: «Sólo en un país de locos se encausa penalmente a un presidente por hablar con todos». No hace falta que citemos al autor, porque sólo hay un presidente en esas condiciones. Fue un arrebato, quizá; una de esas proclamaciones que se les escapan a los oradores cuando no leen el texto de un discurso escrito. Pero la traducción periodística se trasladó al ciudadano como que el señor Ibarretxe llama a España «un país de locos». Un tertuliano recordó una canción que se puede aplicar a los nacionalistas vascos: «No estamos locos, sabemos lo que queremos». Antes de la provocación de Ibarretxe, ¿cuántas veces hemos hecho todos un diagnóstico como éste? ¿Cuántas veces hemos dicho, al contemplar el panorama nacional, «estamos todos locos»? Es la salida fácil ante algunas decisiones de gobierno, cuando vemos algunas discrepancias entre los partidos, cuando nos asombran algunos de sus planteamientos. Esta misma columna argumentaba hace sólo unos días que este país necesita un psiquiatra. Hay un fondo de opinión que duda de la estabilidad mental. Pero no de sus dirigentes, ni de los ciudadanos. Duda de la estabilidad mental de este tiempo. Hay circunstancias históricas donde los pueblos entran en un periodo de locura colectiva. De ahí vienen las tragedias. ¿Estamos en ese momento? Probablemente. Pero no por imputar o quizá encausar a un jefe de gobierno autónomo. Los indicios son otros. Un país empieza a sufrir un proceso de desequilibrio mental cuando se dan algunas de estas circunstancias juntas: cuando aparece una tendencia que recuerda a la tentación del suicidio en el tratamiento de la unidad nacional; cuando se destroza aquello que funciona; cuando la salud social y económica de la sociedad es buena, mejor que en las naciones del entorno, y la discusión política produce, en cambio, una sensación de caos; cuando se menosprecia lo mejor de la reciente historia y se intentan reabrir los argumentos que más han dividido a las generaciones anteriores; cuando los pueblos que componen la nación empiezan a pensar que solos tendrían el mismo peso en el mundo; cuando se ponen cargas de explosivos en los pilares del Estado, como la Justicia; cuando se quiere convertir a los jueces en agentes de los partidos políticos; cuando los partidos que se relevan en la gobernación se ponen fácilmente de acuerdo en el simple reparto de poder y parecen odiarse en el modelo de nación¿ Son algunos de los síntomas de enfermedad colectiva. Cada lector está en condiciones de añadir alguno. Lo bueno del diagnóstico es que el psiquiatra podrá decir en su informe que ninguno es incurable. Lo malo es esta pregunta: ¿dónde está, quién es, el psiquiatra?

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