Sueldazos

PARECE que los sueldos mejores son cada día más altos y los menores, cada día más bajos. Lo comentaba aquí hace poco, como si fuera un reflejo doméstico de lo que ocurre con las diferencias entre países ricos y pobres. Para mi sorpresa, Bush se ha referido a este asunto. Dice, asumiendo una corriente ética crecientemente aceptada, que muchos trabajadores no se están beneficiando del progreso económico general. Y eso que en Estados Unidos las grandes brechas salariales siempre fueron mejor aceptadas que en Europa. Lo explicaba un servicio de Aceprensa que se ocupaba, precisamente, de la polémica europea en torno a los sueldos de los directivos. A este lado del Atlántico no son aún tan disparatados como al otro, pero se multiplican las voces que claman por una cierta moderación que refuerce la solidaridad en el seno de las empresas. Algunos piden regulación: que los estados definan techos salariales. Otros prefieren que las legislaciones obliguen a una absoluta transparencia en este punto, de modo que todos los componentes de la retribución de los directivos sean conocidos por los accionistas y llevados a una memoria pública. No sé. Sí sé, sin embargo, que algunos sueldos son inmorales por si mismos y que, por mucho valor que el directivo aporte a la empresa, nunca justifica una retribución que multiplica por trescientos el sueldo base. Además, en la mayoría de los casos, no guardan proporción con los resultados, y a menudo, ni siquiera responden a una gestión, no ya genial, sino simplemente pasable. Cuando la empresa que dirigen va mal, ni digamos. Entonces, el sueldo exagerado e injusto se convierte en una infamia. Especialmente, si no se paga o se paga mal a los demás empleados.