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Publicado por
VENTURA PÉREZ MARIÑO
León

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HASTA HACE BIEN poco tiempo las policías investigaban los delitos a través fundamentalmente de dos métodos: el de la presión física y/o psicológica y el del conocimiento proveniente de confidentes censados o infiltrados en los ámbitos delictuales. Hoy las cosas han cambiado de forma radical. El advenimiento del sistema democrático ha hecho evolucionar a las fuerzas de seguridad, conformándose como un aspecto esencial de la sociedad, especialmente valorada por los ciudadanos, sin perjuicio de responder por los posibles excesos en la investigación con independencia del éxito de la misma A ello se debe añadir el hecho de que el investigado viene amparado por sus derechos constitucionales , que no pierde ni aún en el caso de ser, o poder ser, culpable (derecho a no confesarse autor del delito, a su integridad, a la existencia de abogado...). Por otra parte los confidentes, normalmente asentados en la marginalidad, sin perjuicio de su existencia y valor puntual, no suelen mantener sus afirmaciones cuando tienen que sacarlas del anonimato. Dicho de otra forma los confidentes suelen ser útiles para poner a las policías en la línea investigadora pero desaparecen o dudan cuando hay que confrontarlos en los espacios caracterizados por la publicidad (momento del juicio). Pero las cosas han cambiado hoy y para bien. El estado de la ciencia permite a los investigadores trabajar con métodos científicos, como muy bien saben los seguidores de la serie televisiva CSI de los forenses de Miami. Las pruebas de ADN son incontestables. La existencia de un pelo, una mancha de sangre aún lavada o un resto celular, destruyen las coartadas mejor ideadas. Por eso lo habrá tenido difícil el guarda forestal detenido en Fago. Es probable que si negó que se hubiera introducido en el coche del asesinado Miguel Grima, como no podía haber sido de otra forma dada su virulenta relación, y después se comprobó la existencia de restos celulares del mismo en el vehículo, pocas cosas quedaban ya por demostrar respecto a la autoría de los hechos. Parece ser que además, según ha trascendido, derrumbado, declaró ser el asesino con lo cual se cerraba el círculo. Sin embargo, y desde el punto de vista judicial, la confesión ya no hubiera sido necesaria. Una prueba de ADN de las características de la existente en este caso viene siendo para los tribunales de justicia suficiente y bastante para dar lugar a una sentencia condenatoria. Hemos pasado del peculiar Sherlock Holmes con su lupa habitual a investigadores científicos encerrados en sus laboratorios. Se le ha puesto bastante mas difícil a los criminales y a los crímenes sin respuesta.

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