DESDE LA CORTE
El gato escaldado
AL PRESIDENTE Aznar no le gustamos los periodistas españoles. Tiene su grupo de fieles, con quienes se reúne cada dos o tres meses «a echar unas risas», como dice uno de los asistentes. Con los restantes no quiere relacionarse, supongo que por higiene o por precaución sanitaria. Y así, iba a celebrar un coloquio en un restaurante de Washington -propiedad de una periodista americana-, pero cuando supo que asistirían informadores españoles, excusó su presencia. Está claro que José María Aznar acaba de demostrar que es un señor muy raro. Es todo lo contrario a lo que entendemos por un hombre público. Cualquier otro, si tuviera que actuar en Estados Unidos, pagaría dinero para que lo siguiera la prensa española. Enviaría invitaciones a todos los corresponsales para que asistieran a sus actos. Y les haría la pelota para que escribieran crónicas amplias, aunque fueran críticas. «Hablen de mí, aunque sea bien». Pero Aznar es así. Yo confieso que he coincidido con él en reuniones privadas, y lo encontré hablador, simpático, relajado y mucho más agradable que cuando estaba en La Moncloa. Pero ahora ya veis: huele un periodista de su tierra y huye despavorido. Es como si tropezara con un fantasma arrastrando sus cadenas por las calles de Washington. Me imagino su cara de horror cuando le presentaron la lista de los asistentes. ¿Por qué me persiguen?, habrá preguntado. Y, como no tenía agua bendita ni un crucifico cerca para hacer un conjuro a esos espíritus malignos que llevan instrumentos tan diabólicos como cámaras, micrófonos y bolígrafos, decidió rehusar la invitación: «Vade retro, Satam». Os juro que lo comprendo. ¿Cómo va a querer Aznar a la prensa? Cada vez que asoma en un acto público, se le aparecen los del Caiga quien caiga a hacerle esas preguntas que dejan en ridículo al entrevistado, sobre todo si es de derechas. Cualquier cosa que Aznar diga sobre España, es ridiculizada como si proviniera de un marciano. Si está en un país extranjero y se permite hablar en el idioma de ese país -últimamente lo hizo en italiano y en inglés-, hay programas radiofónicos y de televisión que lo tratan como un cómico. Y todo ello le tiene que producir la impresión de que le han perdido el respeto, a él, que ha leído tantos papeles donde le llamaban «el mejor presidente de la democracia». «Aznar es así», he escrito en el segundo párrafo. Matizo: España es así. Somos así. Lo que esta historia revela es que Aznar es un gato escaldado; pero los demás no somos inocentes y ponemos el agua hirviendo. José María Aznar hizo muchos méritos para ganar la antipatía de mucha gente; pero también hay mucho iconoclasta dispuesto a derribar ídolos. Sobre todo, cuando no están en el pedestal.