EL BALCÓN DEL PUEBLO
Teoría conspiranoica
ES TIEMPO de carnaval. Días mágicos para la máscara y para que actúen los bufones. Muchos son los que lucen su disfraz durante todo el año, y llegados estos días, se los quitan. Lo ha hecho sin ruborizarse el ex portavoz del Gobierno de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez. Este periodista y publicista, caminando por la misma senda que su ex jefe político, de cuando en cuando, suelta la gran bufonada. La última, tras un periodo de silencios, aprovechando el inicio del juicio sobre el 11-M, es inadmisible. No puede admitirse mayor insulto y desprecio. El impresentable ex portavoz, maestro de la agitación, vino a decir: Celebramos la apertura del juicio del 11-M. Así podremos conocer la verdad y saber qué organización terrorista llevó a Rodríguez Zapatero a La Moncloa. Es otro visionario de la conspiración. Va del brazo de otros sectarios que continúan refiriéndose, tres años depués, al presidente del Gobierno como «presidente por accidente». Tienen el disco rayado de tanto repetirse. Un publicista como Miguel Ángel Rodríguez, acostumbrado a «vender» incluso lo que ya no tiene mercado; acostumbrado a poner cruces en el listado de periodistas críticos, como hizo durante su etapa en Castilla y León, a recibir contratos millonarios para cantar las bondades de gestión de algún departamento del Gobierno Aznar, tiene autoridad moral cero para una bufonada semejante. Pero el insulto no ha sido para el presidente del Gobierno. Lo ha sido para todos los ciudadanos que ejercen el derecho al voto en una democracia y a los que este individuo desprecia. Mientras tanto, en el jucio del 11-M, que sólo lleva día y medio y durará varios meses, ya han empezado a dejarse oir, ver y leer las dieferentes posiciones de partida. Ha quedado claro que quienes han alertado y propagado la teoría conspiranoica van a defender la inocencia de los procesados. Y que cuentan con algunos abogados que dicen actuar como acusación particular y se van a comportar como si lo fueran de la defensa, actuando en claro fraude de ley. Sin embargo, lo más significativo de estos últimos días ha sido la revelación de que el Gobierno de Aznar envió funcionarios policiales al centro de torturas de Guantánamo para interrogar a detenidos. Y que allí preguntaron en concreto por dos nombres: Uno de ellos, Jamal Zougan, se sienta en el banquillo como presunto autor de la masacre del 11-M. El otro, Mustafá Setmarian, está desaparecido, quién sabe dónde: en Afganistán o despellejado en cualquier cueva de muerte. Nada más saberse las revelaciones sobre las visitas a Guantánamo, han desaparecido de la escena política Acebes y Astarloa. Han mandatado para hacer el papelón durante estos días a Gustavo de Arístigue. No ha de extrañarnos la desparición súbita de los antiguos responsables de Interior. La pregunta resultante es obvia. Si muchos meses antes del 11-M del 2004 Jamal Zougan ya era sospechoso de integrar una cédula terrorista, y despues viviendo legalmente en el centro de Madrid, participó y fue coautor del mayor atentado de la historia, nacional y europea, ¿Qué instrucciones habían dado el ministro y su plana mayor de Interior a la policía? ¿Qué medidas habían tomado para evitar el atentado? Ahí le duele. Pero como estamos en carnaval, seguirán los bufones defendiendo la teoría conspiranoica.