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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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TENÍA PENSADO dedicar este espacio a un proyecto que me parece interesante, plausible, original y digno de apoyo. La semana pasada se presentó oficialmente el Salón Internacional del Chocolate de Astorga, una iniciativa que, al menos sobre el papel, tiene todos los ingredientes y toda la garra para convertirse en una cita deliciosa para todos los leoneses. Deliciosa porque recupera una tradición que, casi perdida, pero conservada en su esencia, puede convertirse en motor de futuro en uno de los sectores, el gastronómico, con más posibilidades en estos momentos. Deliciosa porque permitirá que grandes y pequeños degusten un menú exquisito, cuidado, original y atractivo de actividades planificadas con tanta imaginación como entrega. Excepcional idea la de implicar a los niños a través de dibujos con chocolate; tentador hasta el límite el viaje en la Mikado hasta la Astorga más dulce. Y deliciosa, en fin, porque el objeto de la tradición maragata y de este salón es un producto del gusto de todos. No estaría mal que el apoyo a estas iniciativas, que ya tienen arraigo y potencial, se concretara también en incentivos públicos para consolidar empresas en un sector que se pretende convertir en alternativa económica rentable. Dicho lo cual, no puedo pasar por alto uno de esos guiños que la vida te hace cuando más los necesitas. O te los hace siempre, pero tú sólo los ves a veces. Ayer comía apresuradamente en un bar de menú del día cuando entró en el local una mujer mayor, precedida de un andador. Preciosa mujer, arreglada y coqueta en su paso renqueante, alegraba la ayuda metálica y ortopédica con un adorno de flores. Un pequeño ramo en uno de los agarradores. Porque hay quien sabe poner belleza incluso allí donde parece imposible.