¿Por qué se muere en Afganistán?

LA MUERTE de nuestra compatriota, Idoia Rodríguez Buján, en una acción de guerra -porque una guerra es lo que hay en Afganistán- plantea, con una fuerza política desconocida hasta ahora, un interrogante que angustia a millones de ciudadanos de nuestro país: ¿por qué están nuestras tropas en Afganistán? Seguramente, el Gobierno volverá a insultar nuestra inteligencia afirmando que nuestros soldados se encuentran en misión humanitaria y de reconstrucción, y para evitar que aquella atormentada nación se convierta en una base del terrorismo islamista en general y del fundamentalismo talibán en particular. Claro que, con semejante argumentación, al Gobierno le será difícil explicar por qué ha retirado a nuestros soldados de Irak, país en el que las tropas ocupantes dicen defender los mismos ideales y perseguir similares objetivos. Lo cierto, sin embargo, es que las tropas españolas están un país en el que, cinco años después de la invasión norteamericana, se han recrudecido los combates, los señores de la guerra campan a sus anchas, los campos de opio se han extendido por doquier y financian la insurgencia, el terrorismo y la corrupción. Enviamos soldados a un escenario en el cual, como observaba Evelyn Waugh refiriéndose a Etiopía, el poder del Gobierno y de las tropas extranjeras que lo sostienen nunca llegó más allá de las estaciones de ferrocarril (en este caso, de los aeropuertos). Es cierto, como sin duda se me recordará, que EE.UU. ha intervenido en Afganistán basándose en el principio de «legítima defensa» previsto en el capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Pero quienes así argumentan, ignoran deliberadamente que corresponde al Consejo de Seguridad, y no al país afectado, declarar la validez de la aplicación de ese principio. Pero sobre todo olvidan que el control de Afganistán era un objetivo largamente perseguido por Washington que Brzezinski, consejero del ex presidente Carter, ya consideraba prioritario. Y que en 1998, tres años antes del 11-S, los expertos estadounidenses calificaban oficialmente a esta región como «área de responsabilidad», es decir, como zona de posible intervención militar con el fin de controlar Asia Central, y especialmente la sensible zona del Caspio. Para EE.UU. esta implantación es fundamental. Washington se ha involucrado directamente en la gestión de los recursos de gas y petróleo del Mar Caspio y ha solucionado, de acuerdo con sus exclusivos intereses, el trazado del gasoducto y todas las cuestiones vinculadas con el tránsito de esos preciados bienes. Al ocupar Afganistán y posteriormente Irak, EE.UU. ha obtenido una ventaja estratégica en la región en detrimento del resto de las potencias mundiales (UE, Rusia, China¿), asegurándose de este modo una evidente posición de dominio. En tales circunstancias, es imprescindible que nuestro Gobierno, dejando al margen la retórica y los eufemismos, explique con toda claridad por qué están y por qué mueren nuestros compatriotas en Afganistán.