Diario de León

TRIBUNA

Historia, patrimonio y¿ un monumento

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LeÓN C APITAL, es una ciudad desnuda. Sin vestir. Exenta de esculturas y de monumentos que nos recuerden, y hablen al visitante, de nuestro pasado histórico, el del Reino de León. Ni los leoneses de cada generación, han, o hemos sabido, exigirlo, ni nuestros políticos, los verdaderos culpables, han hecho otra cosa para subsanarlo que, ocasionalmente, en la proximidad de las elecciones, decir «vamos a hacer¿» Me fuerza a esta reflexión, la anunciada remodelación de la plaza de las Cortes Leonesas, a la que dedicaré especial atención. Pero hay más. Los leoneses siempre hemos sido indolentes para la conservación, estudio y exposición de nuestro patrimonio arqueológico. Y hoy que, además del Estado, para la aportación presupuestaria para ello, hay que contar con la Junta autonómica, la cosa se agrava tanto en lo económico como en lo ejecutivo con su «patrimonial» intervención, celosos de un León que pueda tener algo que sobrepase a Castilla, o a lo castellano; sin duda nuestra «bestia negra». A los leoneses más que informarles, se les trata de conducir y confundir desde la política del ente autónomo. Un ejemplo de esa indolencia lo encontramos plasmada en la foto de familia, en la plaza de la Catedral, para demandar que las vidrieras alcanzaran la condición de Patrimonio de la Humanidad. Sobró espacio, mucho espacio, que significa desinformación y despreocupación ciudadana por el común Y así, ésa fotografía en la portada y a toda plana (25 de junio del 2004) en este medio leonés, nuestro centenario Diario de León, recogiendo fielmente, y a todo color, ese momento pleno de belleza y emotividad, nos reconviene y denuncia ante la falta de implicación. De entre la ciudadanía surgió, en su momento, un movimiento asociativo para defender y poner en evidencia el mal estado, y en muchos casos el abandono, de muchos de nuestros monumentos. Aludo naturalmente a Promonumenta, con Agustín Suárez como presidente que, desde sus comienzos, ha desarrollado una labor encomiable en el ámbito de lo leonés, real y perceptiblemente, con actuaciones in situ, y de denuncia permanente. Estoy plenamente convencido que sólo el buen talante, unido a la leonesidad que adorna al artista leonés García Zurdo, le ha permitido sobrellevar los pruritos patrimoniales de la Junta y Cabildo en el tema de las vidrieras catedralicias. Dineros que no llegaban, contrataciones incomprensibles, etcétera, todo por no montar en León, repito en León, un taller permanente, modelo, y de referencia en restauración de vitrales. El maestro García Zurdo ha sido ninguneado, y ofendido hasta la saciedad, pero con él ¡todos los leoneses! Merced a los buenos oficios de la historiadora Margarita Torres, y sin que ello vaya más allá de lo testimonial, dada la «censura» del ente, se ha introducido en el exordio de la reforma estatutaria algo histórico fehaciente sobre el Reino de León. Ha costado tan sencilla cosa, veintitrés años de Estatuto, ¿Dónde vamos con este ente? Sobre el anuncio de la remodelación de la Plaza de las Cortes, hay varias cosas que me preocupan. Como que la administración autonómica financie una parte. No por lo crematístico, que no puede eludirlo, sino la probable inocuidad del proyecto de «monumento» a las Cortes, que nuestros «genios políticos» municipales habrán presentado ante sus jefes, para no incomodarles. Si es «pariente» de esa especie de L de hormigón ondulado, dedicado a nuestros Reyes, que para nuestro desdoro permanece aún en la Plaza de Guzmán, próximo al puente de la Estación, puede ser ya de mofa el asunto. Señor alcalde, don Mario, si la plaza admite una pérgola, tal como anuncian, no sé si copia de una de las que se destruyeron en el jardín de San Marcos, más un jardín y un monumento a las Cortes de 1188, me permito preguntarle: ¿Por qué no acometer de una vez por todas el gran monumento a las Cortes de 1188 y a Alfonso IX, que el hecho histórico nos demanda? Un ramplón recuerdo sería un monumento a la endeblez político social leonesa de hoy, absorbidos por un ente que niega nuestra personalidad. Espacio parece que hay, por ello nada mejor que proyectar y ejecutar un grupo escultórico acorde con la magna cita histórica. Podría estar éste compuesto por el Rey, un noble, un clérigo y al menos dos ciudadanos, como elemento que hace la historia. Y, todo el grupo, sobre un pedestal mínimo o a nivel del suelo, para mayor proximidad al ciudadano, recordando para siempre las Primeras Cortes, y al Rey que iniciando el parlamentarismo convocó a ellas al pueblo del Reino de León. No pierda la oportunidad de poner en valor algo tan históricamente hermoso, como confundido desde el ente, que supo en 1988, octavo centenario, desposeernos a León del merecido protagonismo con el inexacto y pasmoso mensaje de cortes castellanoleonesas. ¿Qué recuerdo nos dejaron? ¡El de la ignominia oscurantista y usurpadora!

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