PUENTES DE PALABRAS
La foto publicitaria de «D&G»
HE DUDADO si debía escribir estas líneas. Pero no porque la foto del reciente anuncio de «Dolche & Gabanna» no merezca un comentario crítico, sino porque corro el riesgo de contribuir al objetivo último de su campaña publicitaria, que es avivar la polémica. Sin embargo, las recientes declaraciones de dichos diseñadores que califican la foto como «arte», que dicen que retirarla equivaldría a «quemar museos como el Louvre o los cuadros de Caravaggio», y que concluyen que «España se ha quedado un poco atrás», me mueven a no permanecer en silencio. Desde luego, no soy quién para valorar el nivel artístico de la foto, ni creo que sea este el aspecto en que debamos detener nuestra mirada. Para que no distraigan interesadamente nuestra atención, hay que partir necesariamente de que la foto se inscribe en una campaña publicitaria. Lo cual significa que estamos ante una actividad «mercantil», cuyo objetivo primario es llamar la atención de los consumidores sobre el objeto anunciado, que, en este caso, es la ropa diseñada por esta firma italiana. Y aunque es evidente que todo anunciante busca la mayor efectividad posible para su publicidad, es decir, que capte intensamente la atención de los consumidores y que ésta se dirija certeramente sobre los artículos promocionados, también lo es que la publicidad debe respetar determinados principios que no sólo son jurídicos, sino también éticos. Pues bien, a mi modo de ver, la foto de D&G es inadmisible tanto desde el punto de vista jurídico como ético. Entre otras, por la fundamental razón de que incita a la violencia machista, en la cual España, lejos de «quedarse atrás», está desgraciadamente sobrada, hasta tal punto de que da pavor comprobar el imparable aumento de casos de violencia de género que tienen lugar en nuestro país. Pero con ser esto muy relevante, lo que me interesa destacar es que la foto representa una escena que es de todo punto innecesaria para promocionar la moda. Si hiciéramos ahora una especie de ejercicio consistente en recordar cómo iban vestidos los personajes que aparecen en la foto, estoy seguro de que sería muy reducido el número de los que podrían mencionar las prendas que visten tales personajes. No es exagerado afirmar, por lo tanto, que, al ver la foto por primera vez, el observador más atento y perspicaz en lo que menos se fija es en la ropa que llevan los que aparecen en ella. Y ello porque la parte verdaderamente captatoria de la atención es la escena en sí misma y la violencia que irradia, quedando en un segundo plano el atuendo más o menos original de sus participantes. Si a esto se añade que en el anuncio también figuran en caracteres tipográficos muy destacados las dos iniciales D&G, que identifican para la generalidad de los consumidores a la firma italiana, la conclusión es evidente: lo que verdaderamente persigue la foto es llamar la atención de los consumidores a través del «escándalo» de la escena y proyectar esta atención sobre las indicadas iniciales D&G. Pues bien, como no hay ni un solo cuadro en el Louvre que busque un escándalo publicitario semejante, me atrevo a pedirle a estos diseñadores que dejen de tomarnos por idiotas, que retiren la foto y que se la queden para ellos solos.