Violencia

LOS ANALISTAS relacionan los gravísimos incidentes de la noche del pasado miércoles en el estadio sevillano del Betis con las anteriores actitudes hostiles de los presidentes de los equipos de la capital hispalense, el Sevilla y el Betis, que se enfrentaban en un encuentro copero. Si los dirigentes del fútbol siembran crispación y enemistad, no tiene nada de extraño que los aficionados se comporten como energúmenos. Pero esta ilación argumental no acaba aquí: si quienes gestionan la democracia, que es el conjunto de pautas que rigen nuestra convivencia, prodigan el mal estilo recíproco, se descalifican constantemente, se contradicen con razón o sin ella, llegan con frecuencia al insulto, ponen en duda su respectiva capacidad intelectual, es lógico pensar que los ciudadanos terminarán pensando que en esto consiste la convivencia, en hurgar en los problemas hasta volverlos insolubles y en tratar al prójimo como a un enemigo. La pedagogía no sólo se ejerce en las parcelas intermedias de la vida social. Y ya es patente que si nuestros líderes gustan de hozar en la malquerencia y en la trapisonda, éste acabará siendo un país de malcarados y trapisondistas.