EL BALCÓN DEL PUEBLO
Bronca monumental
SOPLAN vientos huracanados en casi toda España. Son vientos alevosos, de los que doblan, aunque no quiebran. Es como si la ira de la climatología se hubiera confabulado con la crispación política. Su nivel de furia supera todos los listones desde la transición. Por si alguno tenía dudas, está escenificándose la estrategia del acoso y derribo como jamás habíamos visto en democracia. Se asemeja mucho a la llevada a cabo en las primeras décadas del sigglo XX. Con la excusa de la concesión de la prisión atenuada a De Juana Chaos, se ha montado el gran tiberio político. La derecha, con la agitación esforzada de su rama extrema, clama contra el Gobierno acusándolo de ceder al «chantaje de Eta». Lo pregona en las instituciones, en los medios de comunicación y en la calle. Su voluntad es inequívoca: utilizar la lucha antiterrorista como arma electoral. Y en esta ocasión se ha colocado en el puente de mando el presidente del PP, Mariano Rajoy. Él lidera la revuelta. De las diez manifestaciones convocadas contra el Gobierno -¿o sería más preciso decir contra el presidente Zapatero?- es la primera que ampara absolutamente el principal partido de la oposición, llamando a rebato a todos los españoles «decentes y sensatos» a mostrar en Madrid su repulsa el sábado próximo. Muchos no iremos. ¿Acaso por ello no somos ciudadanos decentes y sensatos?. Está claro que el PP se ha enrocado en su acoso al Gobierno. Le vale todo lo que se mueve. Una vez desinflado el globo del 11-M, ahora soplan a pleno pulmón para que reviente el desasosiego social. No dudan en utilizar símbolos de todos, como el lazo azul que lucimos en la solapa para renegar de ETA y exigir la liberación de Miguel Ángel Blanco. Ya se exhibe en la sede azul de Génova como el primer mural de la tramoya. La dirección popular ha justificado la llamada a la revuelta con argumentos que el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, no dudó en calificar desde Rabat como «gran hipocresía». Y anunció transparencia de la política penitenciaria del Gobierno Aznar en relación con ETA. Zapatero cumplió su promesa. Ayer, en el Senado, en una sesión tumultuosa, abrió muchos sepulcros blanqueados. No lo hará en el Congreso porque todos los grupos, excepto el PP, se opusieron a que fuera Zapatero quien diese cuenta de la política antiterrorista que apadrina el Gobierno. La bronca de ayer en el Senado fue monumental. Los dos partidos mayoritarios dejaron claro que hay una distancia sideral entre ambos. Y también que dos no se entienden si uno no quiere. A las acusaciones del portavoz popular, Zapatero respondió que durante el Gobierno Aznar se excarcelaron o tuvieron beneficios penitenciarios tres centenares de etarras, entre ellos el propio De Juana Chaos o Iñaki Bilbao -citado desde este balcón el pasado domingo-, quien dos años después asesinó a un concejal socialista. Entonces era vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy; ministro del Interior Mayor Oreja; y de Justicia, Ángel Acebes. Pero en la sesión de la Cámara Alta se cortaba la tensión. Era más propia de patio colegial que de representantes de la voluntad del pueblo. El presidente del Senado, Javier Rojo, no dudó en calificarla como una vergüenza. Y eso es lo que sentimos al asistir a esta desmesura: vergüenza.