Diario de León

LA ASPILLERA

Equivocarse a conciencia

Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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MARIANO RAJOY ha optado por equivocarse a conciencia. Es lo que tienen los órdagos. «Cara o culo», como en aquellos lejanos tiempos de pantalón corto en las Discípulas de León, el mismo colegio, cosas del destino, en el que rascó sabañones su contrincante de hoy: José Luis Rodríguez Zapatero. Asegura Rajoy que la manifestación de mañana sábado será «la más importante de la España democrática» pero sabe perfectamente que esto no es ni será así. España, con todas las letras, ya estuvo en la calle, en una marea gigante e inolvidable, cuando se intentó impedir el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Una vileza que situó a ETA en las más profundas cloacas de la miseria e hizo temblar todo lo que de noble podía asociarse a lo vasco. Y parece que el líder del PP ha olvidado también otra marea alta, arbolada, cuando la calle entera, la España democrática y polícroma, le dijo al gobierno de Aznar que no compartía esa temeraria aventura emprendida en las Azores junto a Bush y a Blair. Una osadía que ha encendido todos los demonios imaginables y que a los españoles también nos ha salido muy cara. Y quizá, a la vista de cómo se sigue cotizando el fanatismo, todavía no hemos acabado de pagar esa onerosa hipoteca. Se equivoca Rajoy. La manifestación del sábado no está tejida con los mimbres de la unidad. Las antes citadas sí estaban urdidas con esos hilos invisibles que entrelazan con fuerza la ceranda de la sociedad civil que, cada día, se va alejando del infumable paisaje diseñado por unos políticos que no están a la altura del momento. La manifestación de mañana está contaminada por el rifirafe indecente y estéril del «y tú más» y saldrá a la calle con el marchamo de la división. Ni en sueños los etarras y sus cómplices políticos podían imaginar una situación tan propicia a sus invariables intereses. El caso es que los cuadros provincial es del PP se ponen a la orden y se aprestan a llenar los autobuses con dirección a Madrid. Se supone que Rajoy, y su corte, habrán valorado también el efecto que esta estrategia puede tener para sus objetivos más inmediatos habida cuenta de la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas. Entra dentro de lo razonable pensar que a un candidato a una alcaldía (y también a los votantes) les interesa fundamentalmente el debate sobre lo hecho y lo por hacer en su ayuntamiento antes que perseverar en las diferencias en torno al «mensaje único»: el del terrorismo. Esa insistencia distorsiona una realidad social que es mucho más rica, variada y positiva de lo que el obsesivo murmullo cotidiano parece dar a entender. T an evidente como que Rodríguez Zapatero está atrapado en una estrategia audaz pero que se le ha ido de las manos, es que el líder de la oposición, se ha metido en un callejón sin salida; a no ser que ahondar en la división de los ciudadanos en un asunto tan crucial constituya un plausible objetivo político. Uno y otro deberían reconocer, al menos, que en 20 años los dos grandes partidos han sido incapaces de plasmar en el Código Penal lo que la calle reclamaba con sentido de la justicia. Eso hubiera hecho imposible, por ejemplo, que De Juana estuviera en su casa después de matar a 25 personas con champán y regodeo.

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