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DESDE LA CORTE

Mala mezcla: dinero caro y carajal político

Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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CUARTILLO a cuartillo, el dinero es cada día más caro. Ayer, el Banco Central Europeo volvió a subir su precio en un cuarto de punto. Dicen que no nos preocupemos, que no afecta a las hipotecas, porque esa subida ya estaba descontada. Es decir: que ya la estábamos pagando antes. Pues más razón para alarmarnos: nuestros amables acreedores de la banca seguro que ya tienen preparado el aumento de las cuotas del crédito, para tener descontada la próxima subida del dinero. Las entidades financieras también hacen «guerra preventiva»: por si suben los tipos de interés, empiezan a cobrar esa subida con meses de antelación. Este tipo de asuntos, aunque parezcan muy técnicos, tienen un efecto desmoralizador sobre el ciudadano. ¿Por qué gastamos tanto y tan alegremente los últimos tiempos? Desde luego, por mejora de la capacidad adquisitiva no ha sido: los incrementos salariales, salvo que mientan las estadísticas, han sido los justitos -más bien escasos- para pagar el aumento del coste de la vida. Ningún trabajador puede decir que posee hoy más poder de compra que hace cinco años, salvo que haya cambiado de empleo. Si gastó más, ha sido porque se empeñó más, y se empeñó más porque pagaba pocos intereses. ¿Le vamos a decir ahora que todo eso se acabó? Pues ése es el mensaje que le llega desde la autoridad monetaria europea. Le llega en pequeñas dosis, cuartillo a cuartillo como digo, pero con una tendencia persistente hacia el dinero caro; es decir, hacia el final de la alegría consumista. Como en esta columna lo politizamos todo, trasladen ustedes ese efecto al panorama político. Piensen que el último barómetro del CIS mostraba una sociedad que piensa que dentro de un año la situación política será peor, pero la económica será razonablemente buena. Y ahora, hagan el ejercicio mental de pensar que esa satisfacción económica puede variar para mal. ¿Cuáles serían las repercusiones sobre el gobierno y sobre los procesos electorales que vienen? No hace falta mencionarlas. Se resumen en una: caída de confianza. Un gobierno aguanta todo y hasta es capaz de ganar en las urnas, aunque permita estatutos de autonomía como algunos de los aprobados en esta legislatura, siempre que la economía responda. Puede soportar tortazos como el que recibirá mañana en la manifestación, mientras los manifestantes puedan organizar al día siguiente una Semana Santa fantástica. Pero hay algo que soporta mal: la incertidumbre económica. Sobre todo si, como en estos días, se mezcla con el carajal político. Si yo fuera Zapatero, me dedicaría íntegramente a una tarea: procurar que no se junten incomodidad económica y crisis política. Como se junten, en La Moncloa no quedará ni el apuntador.

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