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León

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HACE seis siglos una mujer nacida en Venecia y criada en Francia, tuvo el atrevimiento de imaginar, y lo que es más, escribir La Ciudad de las Damas . Christine de Pisán, o Cristina de Pizán (1364-1430), intervino con voz propia contra quienes cuestionaban la valía e inteligencia de las mujeres. Su ciudad da la palabra a las mujeres y las sitúa en el espacio público como ciudadanas y no como invitadas. Hoy, las mujeres, afortunadamente, en este país, tenemos reconocido el estatus de ciudadanas y se hacen leyes para favorecer la igualdad en todos los ámbitos de la vida. Y ayer, en Astorga, dentro de los actos del 8 de marzo, las mujeres hablaron de la ciudad y de lo que las ciudades necesitan para facilitarles la vida a ellas y a todos los que arrastran a sus espaldas (personas mayores, niños y niñas y personas con discapacidad). Y se concluyó que no es que las mujeres quieran una ciudad sólo para ellas; ni mucho menos. Su discurso era más de compartir que de dividir. De aunar que de separar. Pero pidieron que su mirada se incorpore al gobierno de las ciudades (y de los pueblos, que tanto da). Esa mirada reclama más movilidad urbana, más accesibilidad, más centros de día y de respiro para personas dependientes e incluso comedores y lavanderías colectivas para ahorrar y facilitar la vida a personas con menos autonomía. «Queremos formar parte del diseño de la ciudad», dijo Almudena Ortiz Marqués, ingeniera industrial; «queremos una ciudad para todos», apostilló Yolanda Cordero, arquitecta, diseñadora y estupenda cocinera. «Queremos tener más reconocimiento en los espacios públicos», agregó Dori González Mures, presidenta de la Asociación de Autoayuda de Astorga. «Las cajilleras», concluyó, «se merecen una calle». Y un monumento que, según parece, planea levantar el municipio para recordar a las mujeres que, con paciencia y amor infinitos, doblan los envases de papel de las mantecadas. Astorga ha dado palabra, espacio y reconocimiento a las mujeres. Que lo haga siempre y cunda el ejemplo.