Diario de León

DESDE LA CORTE

Ante la manifestación de hoy

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FERNANDO ÓNEGA
León

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ESPAÑA va a vivir esta tarde uno de los acontecimientos masivos más interesantes de los últimos tiempos. Mejor dicho: comenzó a vivirlo ayer, con las concentraciones convocadas por el PP en sesenta ciudades. Como, al mismo tiempo, se ha convocado manifestaciones ante las embajadas en varios países, a pesar de que son las representaciones del Estado, no cabe duda: el partido de la oposición desea una acción espectacular. Mariano Rajoy, padre de la iniciativa, no oculta su ambición: que sea la mayor manifestación de la historia de la democracia. Como es habitual, asistiremos a una guerra de cifras. Pero eso no es lo sustancial. Lo sustancial es contra qué se protesta, por qué se acude a ese recurso de la calle, y cómo se administra después su lenguaje y su mandato. El argumento inicial ha sido recoger la indignación popular por el tercer grado del terrorista De Juana Chaos y denunciar la cesión ante el chantaje de su huelga de hambre. Ahora ya es una protesta formal contra el gobierno. Se acude a la calle con una finalidad: arroparse de gentío como réplica a la soledad parlamentaria del PP. Y, en cuanto a la administración del resultado, la última palabra la tendrá Zapatero: puede asumirlo, o dejarlo todo en una acción de la oposición. Mientras tanto, se imponen algunas reflexiones. La primera es para recordar lo obvio: el recurso a la manifestación es legítimo. Y digo más: si es cierto que existe un estado de irritación social, nada más conveniente que encauzarlo y que la gente tenga una vía de expresión. Lo peor sería que esa irritación se siguiera manifestando con indicios de fractura social, en las relaciones de la sociedad. Ya se perciben indicios de alarma. El Partido Popular es un partido de orden y, por la cuenta que le tiene, ya se encargará de garantizar que no haya sobresaltos, reventadores y expresiones radicales. La segunda es la orientación política. Nadie duda que Zapatero saldrá «tocado» de esta movilización. Pero hoy se oirán gritos de dimisión, como siempre ocurre. En los corrillos se especula con la necesidad de convocar elecciones. Podemos entrar en un periodo de inestabilidad, con una oposición que golpea al gobierno, y un gobierno al que será fácil considerar «noqueado» si no responde con eficacia. Y la tercera, un ensayo de conclusión previa: una manifestación no es más que una manifestación, no unas elecciones legislativas. Una manifestación de partido no es más que la expresión de un partido, que tiene medios y recursos para llenar de pancartas una ciudad. Lo importante no es, por tanto, la concentración de gente, sino el clima social que anuncia su éxito. Esa es la lección que debe tomar Zapatero. Por cierto: si le queda tiempo.

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