EN EL FILO
Y después, la reflexión
LOS PERIÓDICOS ofrecerán hoy información abundante sobre la macromanifestación de Madrid por medio de la cual el PP pretende que el jefe del Gobierno se sienta desautorizado por una muchedumbre de buenos españoles, que serían, según Rajoy, los que acudieron a su llamada en defensa, más o menos, de la dignidad nacional. Zapatero entiende de manifestaciones, pues ha participado en muchas y ha observado desde La Moncloa algunas dirigidas contra él, y ha dicho que, ante manifestaciones y concentraciones, el Gobierno está obligado a respetarlas y a garantizar el derecho a su celebración. Y añadió que eso forma parte de su deber, «como la lucha antiterrorista y la política penitenciaria». Dijo Zapatero en Bruselas algo que ya empieza a sorprender, y es que «ningún clima de crispación está presente entre los ciudadanos», pues muchos ciudadanos padecen ya el síndrome de no arriesgar públicamente sus opiniones a una arremetida de quien opina lo contrario. No faltan, sin embargo, quienes disfrutan de la frigidez moral suficiente para no sonrojarse de sus propios infundios, y en este grupo de baladrones merecería una cita especial el portavoz del primer gobierno del PP, Miguel Ángel Rodríguez, que culpó a Felipe González del atentado etarra que sufrió Aznar y del que salió afortunada y milagrosamente ileso. MAR, siglas por las que se le conocía a este portavoz popular, se extrañaba de que González «se metiera en este charco», refiriéndose a la prisión atenuada de De Juana Chaos y a la cesión (supuesta) de Zapatero al chantaje de ETA, y acentuaba aún más su extrañeza al decir que González «fue responsable de los GAL y de la bomba a Aznar», añadiendo que «no se le levantaron los papeles del Cesid para que no tuviera problemas, y ahora se mete en este lío; no entiendo nada». Pero a MAR se le entiende todo, como se le entiende ahora al PP y a la participación de Aznar en esta estrategia de lanzar contra el ejecutivo socialista, procurando decapitarlo, al grueso de las fuerzas sociales de la derecha, o de las derechas, en una apuesta tal vez demasiado precipitada, con vistas a las elecciones generales, porque nada en absoluto, ni siquiera la prisión atenuada de De Juana Chaos, aconseja un adelanto electoral, por mucho que los resortes del entramado popular se agiten. Llega siempre el día siguiente. Y en ese día se inicia lo que se viene llamando, sin practicarla, la reflexión, a la luz de la cual resalta el contorno de los desatinos, del Gobierno especialmente, y las exageraciones, de responsabilidad mejorable, del PP, que seguramente habrá de enfrentarse a un año más de espera hasta las elecciones generales, y habiendo fatigado las calles, de tanto haberlas usado como foros sociopolíticos, cuando son vías de tránsito y convivencia.