TRIBUNA
Viva el carbón
EL CAR BÓN no sólo es el combustible fósil más abundante del planeta; también corre por mis venas. Siempre dicen que el carbón es un roca formada por el elemento químico carbono mezclado con otras sustancias cuando yo sé que además huele, que el carbón sabe, que es una cordada de sensaciones asociadas a mi infancia, a mi adolescencia, juventud, a mi vida de adulto y que mi vida no se comprende sin el carbón. No discuto que el carbón de hoy sean los bosques de helechos y equisetos gigantes que poblaban la Tierra hace 300 millones de años. Tampoco discuto que sea el resultado de un procesos de diagénesis, de descomposición por bacterias aeróbicas y anaeróbicas y otro de metamorfismo, de aumento de la presión por sedimentos y de aumento de la temperatura. Lo que yo digo es que carbón para mí es lo que mi padre arrancaba en las entrañas de la mina. Me dicen que pertenecemos a la civilización del carbono y que con el petróleo, un hidrocarbonado, si se refina, podemos obtener brea de petróleo, coque de petróleo, fibras de carbón, grafitos y carbones sintéticos (carbones tecnológicos) y que el mismo proceso podemos hacer con el carbón, transformarlo en brea, fibras de carbón o activarlo física y químicamente para convertirlo en fueloil o en gas. Me dicen que todo es lo mismo y que con las resinas químicas, las fibras sintética, los plásticos y polímeros sometidos a tratamientos térmicos conseguimos también carbones activos, carbones sintéticos, telas, fibras de carbón y carbón vítreo y que con el carbón vegetal, mediante pirólisis, obtenemos carbón activo granular o en polvo. Todas esas cosas me dicen, que pertenecemos a la civilización del carbono. Pero yo sé que los españoles con el carbón realizamos el milagro de tener disponible 24 horas, 365 días al año, energía en nuestros enchufes. Lo que lleva siendo así desde hace casi un siglo. Para mí, carbón son los 220 voltios que obtengo del enchufe. Carbón para mí son los días al calor de la lumbre y el pálpito de las huelgas, el sabor de los accidentes, la congoja de los días. Carbón para mi es todo eso y ahora sé que lo puedo convertir en fueloil en una planta carboquímica del mismo modo que se convierte el petróleo en fueloil en una planta petroquímica. No he sido minero pero estoy seguro que si entro en combustión genero las mismas termias que el carbón. Lo que me pasa a mí le pasa a mis paisanos de Laciana. Somos de la era mesozoica y paleozoica. No sé si tenemos 345 millones de años, si venimos del periodo carboní fero pero si sé que si entramos en combustión generamos las mismas termias que el carbón. Los de Laciana, somos de Laciana. Todos somos de alguna parte y los de Laciana somos del Valle de Laciana. Es lo que pasa cuando naces, creces, vives y te mueres entre carbón, que lo llevas en la venas y piensas en carbón. Hasta los años 70, los micrófonos de carbón, fueron ampliamente utilizados por toda la industria, los granos de carbón, organizaban la diferencia de potencial entre dos placas. Los granos de carbón eran ideales para frecuencias entre 200 y 3000 Hz. El carbón nos ayudó a desplazar nuestra voz por las ondas. Al carbón le tengo una gran estima y mucho respeto. Cuando cada átomo de carbono se encuentra enlazado con otros cuatro mediante enlaces covalentes, es diamante y hacemos diamantes sintéticos, cada vez de mayor calidad. Al carbón le tengo mucho respeto y por eso a los de Laciana no nos gusta que nos burlen el diamante. Para los lacianiegos el carbón es nuestro diamante y todo propósito de llevarlo a cero, de ridiculizarlo, de hostigarlo con mil argumentos, siempre interesados, nos viene resultando muy pesados y de pésimo gusto desde hace tiempo. Los lacianiegos sabemos mucho de llevar la voz de casa en casa. Con el carbón no se juega, los nanotubos de carbono, son 100 veces más resistentes que el acero y los lacianiegos lo sabemos. Podemos hacer circular el parque móvil español entre nosotros y los pueblos mineros leoneses, durante dos siglos, convirtiendo nuestro carbón en fueloil y a la mitad de precio de lo que se paga por los derivados de petróleo. Con el carbón que tenemos en León podemos iluminar toda España durante dos siglos. Las gentes podrá conectar sus cargadores para todo tipo de dispositivos móviles, directamente a nuestra minas. Es una forma de hablar. Nuestras series de televisión favoritas también están conectadas a nuestras minas. Pruebe a verlas sin enchufar el televisor a la red. Por eso digo que por mis venas corre carbón. Nuestro mineral subbituminoso, nuestra hulla y antracita, los carbones de León, no son cualquier cosa. Constituye un extraordinario recurso y lo podemos convertir en energía y en carburantes sin contaminar y sin CO2. Ya existen las tecnologías, están funcionando, son muy consistentes, altamente eficientes, de altísima utilidad social pero existe también, lamentablemente, gigantescos intereses asociados a la industria atómica y del petróleo que no pocas veces, malintencionadamente, se expresan a través de los movimientos verdes. Los lacianiegos no tenemos culpa alguna de que el parque térmico leonés (centrales) esté obsoleto. La ceremonia de la confusión es abundante y muy pocos tenemos las manos limpias. Lo que digo es que por mis venas corre carbón. Necesitamos reabrir toda la actividad minera y pensar el carbón desde otra perspectiva económica, estratégica, tecnológica y sobremanera medioambiental, una asignatura en la que nuestras notas son deplorables. Con iguales resultados energéticos el carbón es un 700% más económico que el petróleo y el resto de tecnologías. No se comprende porque pagamos, y lo hacemos todos los días, tan alegremente, cantidades tan astronómicas por el petróleo cuando tenemos otras opciones y se comprende aún menos que no exista un Pacto por el Carbón. Digo un Pacto por el Carbón, a favor del carbón, no una mesa para su liquidación. La mentira histórica de que nuestro carbón era caro y malo es insostenible. Los avances en las técnicas extractivas y la conversión del carbón en energía y en carburante nos obligan a dar forma y consiste ncia a la segunda juventud del carbón.