Diario de León
Publicado por
RAMIRO PINTO CAÑÓN
León

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DE LA OBRA DE KANT, La paz perpetua podemos aprender algunas cosas que nos ayuden a buscar soluciones ante el problema del terrorismo. Aunque esta obra está planteada para otro contexto, el de guerras entre Estados, hay sugerencias que nos pueden servir. La primera es que es mejor evitar las hostilidades a un tratado o proceso de paz, pues éstas imposibilitan su desenlace, y llevan al único camino de eliminar al enemigo, con todo el sufrimiento que ello conlleva. Por otra parte no puede hacerse con reservas mentales pues ello provocará su fracaso y la consecuencia es más violencia, antes o después. Nuestra sociedad se encuentra ante una situación de enfrentamiento entre dos posturas, en la que las dos partes tienen una base importante de razón, sin posibilidad de poder llegar a un acuerdo. El problema es que una solución al conflicto de la violencia de ETA no es posible en la situación actual, se haga lo que se haga, porque se ha situado el problema en unas arenas movedizas que si el gobierno hace una cosa estará mal y si se hace otra también. Lo más elemental, como es aplicar el estado de derecho y la función humanitaria de la ley, como exige la adhesión a los derechos humanos para una persona que está en la cárcel por un delito de amenazas, se convierte de inmediato en un polvorín social y en un desacierto, porque se aplica desde un pulso al Estado mediante una huelga de hambre. Precisamente por una persona que ha matado a muchas otras y defiende el asesinato como acción política. A pesar de haber cumplido su condena por ello. El problema es que en el proceso de paz se han cometido un error tras otro error, lo que da pie a que se quiera desplazar el proceso de paz hacia un enfrentamiento, con el fin de aplicar políticas totalitarias, que se hacen «necesarias». Hay dos caminos frente al terrorismo, plantear soluciones a un conflicto o buscar un vencedor. Para vencer hay que definir a unos culpables y acabar con ellos. Un proceso de paz para afrontar los problemas y resolver diferencias desde la democracia, exige de la razón y como tal hacer un análisis de la realidad (no inventarla). Buscar soluciones exige reconocer los errores y corregirlos, si no se quiere llegar a un callejón sin salida. Desde mi punto de vista los errores vienen de lejos. Partamos de los más inmediatos: primero es que no se puede comparar la tregua de ETA con el gobierno de Aznar al proceso actual, lo que parece se usa como defensa de las acciones del gobierno para responder a la oposición. El gobierno del PP negoció con ETA, acercó a presos y demás, porque ese gobierno vino precedido de un deterioro y erosión del Estado con la práctica terrorista de los GAL, que se dio a conocer a golpe de escándalos políticos y empezaba a ser juzgada dicha práctica criminal por el poder judicial. Esto exige en la política del presidente Rodríguez Zapatero condenar aquellos hechos, y pedir perdón a las víctimas de aquellas acciones. Independientemente de lo que hagan las demás partes del conflicto, para evitar tal lastre. La segunda fue impulsar y tomar como un logro la ilegalización de Herri Batasuna. Si bien ha reconocido el presidente Rodríguez Zapatero que se hizo desde la oposición debido a un planteamiento de lealtad al gobierno de entonces, aquello cerró cualquier posibilidad de buscar soluciones, pues no hay interlocutor político de una parte de la sociedad vasca, y en una democracia se ha de condenar el delito, perseguir el crimen, pero no la opinión al respecto o las ideas, sean cuales fueren. Y menos condicionar la acción de la justicia a un proceso político. Si se establece un marco de contacto o negociación con HB, se hace con una grupo ilegal, que por otra parte tiene una repercusión mediática que exige que se le responda, ante la sociedad. De ahí que cualquier paso que se diera ha sido denunciado por la oposición con gran parte de razón y el proceso se hunde por carecer de una base sólida, y ésta es la que hay que conseguir como punto de partida. El tercero es que hay que buscar soluciones con la sociedad, para lo que fue y es necesario convocar una mesa de partidos en lugar de la ley de partidos. Con Herri Batasuna legalizada y nunca con un grupo que ejerce la violencia, el terrorismo, como es ETA pues se haga lo que se haga lleva a las condiciones, al chantaje y siempre será una cesión a la otra parte, cualquier cosa que se plantee y si no se hace será una hostilidad al proceso de paz. Por lo que no hubo salida al proceso. Por otra parte el asesinato como arma política va cargado de un componente de fanatismo que no reacciona a las argumentaciones y se basa en mensajes emotivos, figuraciones míticas de la historia en cuyo contexto la violencia en sí acaba siendo un fin en sí mismo de la que no pueden salir, a no ser que su base social vaya por un derrotero democrático y el fanatismo se atrofie, pierda su función en la sociedad, pues quiere construir su realidad y para ello necesita destruir la realidad social, sea una dictadura, una democracia o un gobierno nacionalista que no siga sus preceptos. El enfrentamiento, la clandestinidad es un caldo de cultivo para que el fanatismo funcione y trata de involucrar a las instituciones. El gobierno debería ser una pieza más en ese proceso de paz y dejar que un movimiento como Elkarri (diálogo) luego convertido en Lokarri (cordel) como aquello que une, pero no ata, condujera el proceso como movimiento social mediante un método de no violencia y dejar que se expresen las ciudadanas y ciudadanos para elegir modelos de organización políticas y territoriales. El plan Ibarretxe fue propuesto para lograr un acuerdo y una salida al conflicto de la sociedad vasca, pero fue despreciado y deformado, cuando, por ejemplo. La palabra «nación» ha aparecido luego en todos los estatutos aprobados posteriormente. Es adonde se acabará convergiendo, antes o después, como parte del proceso. Ante todo reconocer el dolor de las víctimas, el horror que supone arrancar la vida a una persona y el sufrimiento de sus familiares. Para ellos la solidaridad y el apoyo más infinito, pero nunca la razón, pues esta se basa en argumentos y no en emociones. De no ser así es un caldo de cultivo para proseguir con la violencia sin fin, hasta que puede poner en peligro a la misma democracia. Se puede vencer a los terroristas, pero sin que haya soluciones al conflicto. Se pueden encontrar soluciones, con las que los terroristas quedaran cada vez más aislados y sin funcionalidad ninguna. Porque lo que se condena son sus acciones, no sus ideales, pues pueden ser compartidos por más personas por cauces democráticos o incluso tener sus razones, que son las que hay que debatir, incluso la independencia. Al fin y al cabo lo que hoy se construye, como nueva realidad es Europa. Los Estados nacionales son un proceso más dentro de lo que es el devenir de la Historia. El Estado, España, no es una verdad absoluta, tampoco Euskadi, ni Burundi o Bosnia y demás. sino una realidad relativa a una etapa de la historia, la cual evoluciona y cambia. Hacen falta procesos democráticos para tales cambios, o se cae en la violencia para imponerlos o resistirse a ellos. La política actual en el conflicto de Euskadi se fragua de ver lo español como anti ETA y lo vasco como antiespañol, lo cual es semejante a lo que plantea la paloma de Kant, cuando vuela y dice que el aire la frena al volar, sin darse cuenta que sin él se caería, pues es su resistencia la que le hace volar. Lo mismo sucede a esas posturas que no tienen razón en sí mismas si no es contra lo demás. Para la paz hace falta un discurso, un método definido y claro que plantee unos objetivos concisos y abiertos al debate. De otra forma el proceso de paz da vueltas en la prensa de un lado para otro, sin ir a ninguna parte. Se convierte en propaganda vacía o en un proceso a batir, por falta de contenidos. Es necesario ver los errores, corregir y definir un plan que las ciudadanas y ciudadanos puedan apoyar y no incondicionalmente a un gobierno. Un plan abierto al juego de opiniones y de resultados en referéndum. La paloma de Kant puede convertirse en la paloma de la paz, de la paz perpetua.

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